6.
Cuando Chifuyu no estaba cerca Baji solía estar de humor de perros, esto era aplicable a cuando se ausentaba de las reuniones de la Toman para estudiar, cuando tenía que hacer algún recado e incluso cuando enfermaba, de hecho, se volvía mucho peor cuando enfermaba. Pero la primera semana que Chifuyu tuvo que ausentarse para ver a sus abuelos paternos fue sin duda la peor de todas.
El padre de Chifuyu había nacido en un pueblo a las afueras de Tokio, era hijo único, así que tras su muerte había sido su madre quien se había encargado de cuidarlos, visitarlos de vez en cuando y hacer un poco el papel de hija para ellos. Por los estudios Chifuyu rara vez le acompañaba, por lo que me había contado Baji, de vez en cuando se ausentaba un fin de semana pero no solía pasar demasiado tiempo allí, porque tampoco había nada que hacer en ese pueblo y se aburría. Pero aquella vez la abuela de Chifuyu se había caído y se había hecho daño en la cadera, por lo que la madre de Chifuyu, aprovechando que acababan de pasar los exámenes, había decidido que harían un viaje madre e hijo de una semana para hacerles compañía, algo que desde luego no contentó a Chifuyu, pero sorprendentemente tampoco a Baji.
La primera llamada que me hizo ese mismo lunes fue como un pequeño aviso sobre lo que se me iba a venir encima a mi y a toda la Toman.
- Acabo de dejar a Chifuyu en la estación. – fue su manera de empezar la llamada. – llegará sobre las diez o las once. ¿Haces algo ahora mismo?
- Kei, mañana hay clase.
- Pero podemos ir a tomar algo, ¿no? Sueles hacerlo con Chifuyu entre semana.
- Ya pero hoy...
- Salgamos pues. – me interrumpió. - ¿Paso a buscarte con la moto o nos vemos directamente allí?
- Kei, escucha, tu instituto ha acabado ya los exámenes pero a mi aún me falta una semana, necesito estudiar.
- ¿Puedo ir a estudiar contigo?
Abrí mucho los ojos bastante confundido de que esas palabras hubieran salido de mi amigo. Baji y el verbo estudiar no solían ir juntos en la misma frase pero si además le sumas hacerlo por voluntad propia se volvía algo imposible.
- ¿Quieres estudiar? – pregunté sorprendido.
- No, bueno tu puedes estudiar y yo te hago compañía, ¿no?
- Como quieras, pero...
- ¡Genial! En diez minutos estoy allí.
Supongo que fue algo sorprendente que Baji realmente llegase de la estación a mi casa en diez minutos, pero no tan sorprendente como que se tumbase en mi cama a leer sin hacer demasiado ruido mientras yo daba un repaso al temario de historia que entraba en el examen. Lo único malo es que eso solo duró unos treinta minutos.
- ¿Crees que Chifuyu estará bien? No responde mis mensajes.
- Probablemente estará durmiendo.
- ¿En el tren? ¿Quién duerme en el tren?
- Yo.
- Ya, pero tu te duermes en cualquier lado, no cuentas. Seguro que él está preocupado por Peke J. – dijo incorporándose en la cama. – Lo han dejado encerrado en el piso para que no le pase nada, hasta me han dado las llaves para que baje a darle de comer y limpiarle las piedritas. Aunque Chifuyu me ha dicho que le deje salir un rato, que sino estará triste. ¿Tú que crees que es mejor?
- No lo se, Kei. – suspiré. – No entiendo de gatos.
- Pero conoces a Peke J. ¿Crees que será más feliz si sale un rato o si no?
- Será feliz mientras pueda comer y le pongas latitas.
- ¿Es mucha locura si me lo subo a casa? A mi madre no le gustan los gatos pero a lo mejor si lo escondo en mi cama podría...
- Kei, ¿Cómo va a estar más feliz un gato en un cuarto encerrado que en su propia casa?
- ¡No solo ahí! Cuando yo estuviera en casa le dejaría corretear por mi cuarto y el pasillo...
- ¡Kei! – grité molesto. - ¡Necesito estudiar!
- ¡Y yo estoy en una crisis! ¡Los amigos te ayudan en las crisis!
- ¡Y te ayudaré cuando acabe de estudiar! ¿Te parece? – rodé los ojos y miré el reloj que había en mi escritorio. – Dame veinte minutos, ¿si? Veinte minutos de completo silencio y traigo algo para merendar y escucho tus dramas.
- No son dramas son...- le lancé una mirada que le hizo resoplar. - Veinte minutos, hecho.
El silencio volvió a reinar mi cuarto, mi mejor amigo volvió a centrarse en el manga que tenía entre manos y yo pude repasar un poco más, aunque solo durante escasos cinco minutos porque pasado ese breve periodo de tiempo Baji pareció olvidarse de nuestro trato.
- ¿Y si salimos a golpear a alguien?
- ¿Por qué? – dije un poco agobiado.
- No sé, ¿no te apetece golpear algo?
- Si, pero justo a lo que me apetece golpear no puedo hacerlo.
- ¿Por qué?
- ¡Porque es mi amigo y esta en una jodida crisis!
Baji apretó los dientes y lanzo un puñetazo contra mi almohada.
- Joder, Tora. ¿Puedes ponerte en mi piel?
- ¿Cuál es tu piel? No hace ni una hora que Chifuyu se ha ido y ya estas insoportable.
Vi la ira en los ojos de Baji durante unos segundos, justo antes de que se levantase de la cama y se fuera dando un portazo en la puerta de mi habitación por el que mi madre, si hubiese estado en casa, se habría pasado una hora riñéndome. Salí tras él, porque si había escarmentado sobre algo es sobre lo mucho que odiaba cuando Baji y yo nos enfadábamos. Le alcancé cuando iba a subirse en su moto.
- Esta bien tú ganas, vamos a hacer algo.
Intenté animar a Baji haciendo exactamente lo mismo que solíamos hacer cuando estábamos juntos, dar una vuelta en moto, buscar a alguien a quien golpear, jugar a videojuegos... y durante los primeros dos días pareció ser suficiente para él, hasta que tuvimos la primera reunión de la Toman sin Chifuyu. Baji nunca había sido una persona fácil de leer, la mayoría del tiempo ni siquiera yo, su mejor amigo, sabía que mierdas le pasaba por la cabeza, solo su vice capitán parecía comprenderle pero cuando él no estaba ahí para echar una mano la situación se volvía mucho más complicada. Para empezar le escuché resoplar cuando Mikey nos llamó al frente antes de la reunión y se que el motivo es que estaba mandándose mensajes con Chifuyu sin que nadie le viera. Luego estuvo a punto de golpear a Takemichi cuando este le dijo que hacía mala cara, pero la cosa se complicó de verdad cuando Hakkai se ofreció a traer cafés para todos y trajo uno con leche para él. Olía que se iba a mascar la tragedia y no se si sentí pena por el pobre chico o si era más por mi y por las pocas ganas que tenía de tener que aguantar a Baji molesto y malhumorado, pero antes de que se acercase a mi mejor amigo para entregarle el café se lo quité de las manos y me dirigí en dirección contraria.
- ¿Qué haces? – preguntó el vice capitán de la segunda división con el ceño a medio fruncir.
- Me lo agradecerás en un rato. – y cuando el chico fue a replicar, le sonreí. – Kei es intolerante a la lactosa.
Hakkai no respondió, pero noté en su rostro como palidecía justo antes de asentir con rapidez. Creo que todos éramos conscientes en aquel entonces de que molestar a Baji no era una buena idea pero sin Chifuyu para apaciguarle era aún peor.
Cuando estuve suficientemente lejos miré la lata que sostenía aún en la mano y torcí los labios porque francamente, sabía que Baji no podía tomar leche pero había demasiados cafés en la máquina expendedora que no llevaban leche como para acertar el que él quería. Quizá penséis que no soy un buen amigo por no fijarme en que café tomaba él, pero para ser sinceros en aquella época a duras penas sabía cuál era el que tomaba yo, tenía la cabeza en todas partes y en ninguna a la vez. Así que hice lo más sensato y lo que cualquier persona madura habría hecho; llamar a Chifuyu.
- ¿Kazutora? – escuché al otro lado del teléfono, mientras mi mirada recorría todas y cada una de las latas que tenía frente a mis ojos. - ¿Va todo bien?
- Si. – me apresuré a decir antes de chasquear la lengua por la ingente variedad de cafés y marcas que tenía frente a mis ojos, ¿Por qué no podía ser más sencillo todo? – Bueno, no. – rectifiqué. – Hakkai le ha comprado un café a Kei y tenía leche, he podido evitar la tragedia, pero no se cual le gusta.
- Oh no, le ha comprado el de la etiqueta azul, ¿verdad?
Miré hacía mis manos de nuevo observando la lata que sostenía en la mano y una sonrisa se dibujó en mis labios al ver su color.
- Ese mismo.
- Típico de Hakkai. – le escuché intentando ocultar una risa antes de oír un ruido que parecía el de una puerta corredera cerrándose. – ¿Estas frente a la maquina expendedora de la esquina o la que está enfrente de la librería?
- ¿Cómo sabes que estoy frente a una maquina...?
- ¿La de la esquina o la de la librería, Kazutora? – me interrumpió.
- La de la esquina.
- Ve a la de la librería.
- ¿Por qué?
- Si me estas llamando es porque Baji debe estar de muy mal humor, en esa no hay ningún café que le guste. – Chifuyu suspiró un segundo. – Hay uno que tiene el dibujo como de un grano de café levantando el pulgar que no le disgusta, pero hazme caso, el de la otra maquina es mejor.
- Vale, voy a ir para allá, ¿Cuál le cojo?
- No me cuelgues, cuando llegues dime cuales hay y te explico.
La siguiente máquina expendedora estaba como a cinco minutos andando y por lo que sabía Chifuyu tenía que esconderse para usar el móvil cuando estaba en casa de su abuela porque era una de esas personas que creían que la tecnología era mala.
- ¿No te molesto? Creía que no podías usar el teléfono.
- Bueno, mi abuela es un poco pesada con el tema, pero ahora mismo está con mi madre comprando, estoy solo con mi abuelo y está bastante sordo, no creo que se entere. Además, echo de menos hablar con alguien que no esté entre los cuarenta años y la muerte.
- ¿Dónde está el respeto a tus mayores, Chifuyu? – bromeé.
- Oh, venga ya, mis abuelos son prácticamente fósiles a los que parece que les moleste absolutamente todo lo que hago. Si estoy con el móvil mal, si salgo a la calle a pasear también les molesta, ni siquiera puedo leer tranquilo porque dicen que son libros de niñas.
- Tienen razón, - le piqué. – son libros de niñas.
- ¡Pero si tú también los lees!
- No dije que fuera malo que te gustasen las cosas de niña. – le escuché soltar una pequeña risa y me alegré porque a pesar de estar a muchos kilómetros de distancia pude sentir el estrés que llevaba Chifuyu sobre sus hombros. – ¿No te han dicho que el aro de tu oreja también lo es?
- No lo llevo puesto porque solo necesito una queja más sobre mi físico para lanzarme por la ventana.
Estaba a escasos metros de la máquina expendedora pero en lugar de dirigirme a ella y cortar la conversación me apoyé en la pared para escucharle un rato más.
- No me creo que se metan con tu físico, si eres el típico niño bueno con apariencia angelical. Ni que llevases mechas de colores y tatuajes.
- Les caerías horrible. – bromeó antes de que su tono pasase a uno mucho más pesado. – No tengo nada de eso, pero tampoco me parezco a mi padre.
Aquellas palabras fueron como una puñalada en el pecho, capté al momento el peso que tenían sobre él y lo mucho que se culpaba por ello. Nunca antes me había sentido tan identificado con él, compartíamos la misma maldición, pero de forma diferente, él quería parecerse más a su padre físicamente y yo quería dejar de ver en el espejo al monstruo que era el mío. Sabía lo duro que era querer cambiar algo que se escapaba de tu alcance, pero ser culpado de ello por una tercera persona era mucho peor, en su caso sus abuelos en el mío mi propia madre.
- ¡Que les jodan! – aquellas palabras salieron tan de dentro mío que durante un instante no supe si lo estaba diciendo por sus abuelos o por mis padres. – Eres genial como eres, ¿Qué más da a quien te parezcas o como vistas? Debería importarles más que eres alguien atento, divertido e inteligente.
- No soy nada de eso. – dijo con una risa que parecía más de vergüenza que otra cosa.
- ¿Cómo qué no? Siempre estás haciendo bromas y riéndote, sacas buenas notas y, joder Chifuyu, no estaría llamándote ahora mismo si no fueras atento. Te preocupas por las personas por cómo piensan y que les gusta.
- Solo sé lo que le gusta a Baji porque paso mucho tiempo con él.
- ¡Y una mierda! ¿Crees que no me he fijado en cómo te alejas disimuladamente cuando Mitsuya esta con Hakkai? ¿O como le das el dorayaki con más relleno a Mikey cuando te toca ir a comprarlos? También te vi avisando a Draken de que lo que iba a pedir llevaba canela porque sabes que no le gusta. ¿Y qué hay del pastel de mi cumpleaños? Solo te había mencionado una vez que quería probar los pasteles de ahí.
- Bueno eso último era más que obvio, todo el mundo quería probar los dulces de ahí, y más tú que eres un goloso.
- ¿Y todo lo demás? Venga, Chifuyu, sabes que tengo razón, eres increíble, ¿Qué más da a quien te parezcas?
Hubo un silencio al otro lado de la línea y pensé que tal vez había hablado más de la cuenta, que quizá a él le habría molestado que yo me fijase en estas cosas. Estaba a punto de hablar cuando le escuché suspirar.
- ¿Estas ya en la máquina expendedora?
- Si, perdón. – me apresuré en decir, aunque mi disculpa era más por lo que había dicho que por no estar frente a la maquina cuando me tocaba, que era el único motivo por el que le estaba entreteniendo al teléfono. - ¿Cuál le cojo?
- ¿Hay unas latas verdes en la última línea con dibujos de gato?
Recorrí toda la hilera y las vi, cinco latas con cinco gatos diferentes, una sonrisa se dibujó en mis labios porque entendí perfectamente porque Chifuyu me había hecho ir hasta allí y como reafirmaba las palabras que había dicho hacía un momento.
- ¿Las está coleccionando?
- Hasta que su madre se las tire. – escuché al rubio chasquear la lengua al otro lado de la línea. – Le falta solo el tuxedo y si no la gata tricolor también le gusta mucho.
- ¿Qué es un tuxedo? – pregunté mirando las latas esperando ver algún nombre o algo que indicase que me estaba pidiendo Chifuyu
- El gato negro y blanco.
- ¿Y no me lo podías haber dicho así? – reí mientras localizaba la lata e introducía las monedas. - ¿Por qué se llama tuxedo?
- Porque si le pones una pajarita parece que lleve traje.
Agarré la lata de la maquina y miré el dibujo comprobando que, efectivamente era el del gato blanco y negro. Fui a decirle que ya la tenía, darle las gracias y disculparme si le había molestado pero antes de que lo hiciera le escuché susurrar de manera demasiado rápida que tenía que colgar y supuse que habrían llegado su madre y su abuela. Suspiré sintiendo un extraño sabor de boca y miré las dos latas que sostenía en la mano. Abrí la que había comprado Hakkai y di un enorme sorbo, supongo que esperando que el café con leche me quitase aquella sensación. No lo hizo.
Llegué de nuevo a la reunión la mayoría de gente ya se había ido aunque como siempre en una especie de circulo deforme estaban la mayoría de capitanes y vicecapitanes. Mi mirada se cruzó con el ceño fruncido de Baji, le sonreí pero el no me devolvió la sonrisa. En su lugar se acercó a mí, rompiendo parte del círculo. Su mirada estaba clavada en la mía y en ningún momento bajó hacia la lata que sostenía hasta que no se la ofrecí.
- Hakkai, no sabía de tu intolerancia, – aclaré – así que he ido a comprarte esto.
- Como sabías...
- Digamos que tienes un ángel de la guarda.
Baji me sonrió mientras chasqueaba la lengua y fue como si todo su humor se arreglase por completo. Me pasó un brazo por los hombros y me arrastro hasta el circulo donde aún estaban los otros.
Durante el rato que estuvimos reunidos observé como Baji sacaba el móvil constantemente de su bolsillo esperando tener algún mensaje nuevo que parecía no llegar. Vi antes que el cómo la pantalla de su teléfono se iluminaba e inconscientemente también miré el mío, aun sabiendo que quizá Chifuyu estaba molesto, aun sabiendo que no se nos había quedado nada pendiente por hablar. Pero no hubo nada, ni un mensaje ni una llamada perdida, nada. Observé como Baji y su remitente, quien seguramente era Chifuyu compartían mensajes durante un buen rato.
- Baji deja el teléfono y estate por nosotros. – protestó Mikey en más de una ocasión.
Pero nadie podía negar que, tras el café y el intercambio de mensajes, Baji parecía mucho más animado. Aún en la distancia Chifuyu ya empezaba a tener ese efecto en él.
Siguiendo la costumbre que teníamos antes de que Chifuyu apareciera en nuestras vidas, Baji me acompañó hasta la puerta de mi casa, aparcó su moto junto a la mía y se apoyó en ella para hablar un rato. Para mi sorpresa sacó la lata que había guardado con cuidado en la guantera y la observó con una sonrisa enorme que dejaba ver ambos colmillos.
- Ahora en serio Tora, ¿Cómo sabias que solo me faltaba esta?
- Tuve que tirar de contactos.
- ¿Llamaste a Chifuyu solo para saber que café me gustaba?
Tragué saliva antes de asentir, era obvio que Baji iba a saber quién me lo había dicho, pero que me hubiese pillado tan rápido era vergonzoso. Mi sorpresa fue cuando en lugar de juzgarme por ser un mal amigo me abrazó.
- No sé qué hiciste o que le dijiste. – empezó. – Pero Chifuyu llevaba un par de días triste y no quería decirme porque, pero esta tarde parecía mucho más animado.
- Nada que no pensase de verdad.
- Gracias Tora y gracias por la lata de la vaquita, la guardaré con el resto con mucho cariño.
- ¿Vaquita? ¿No era un tuxedo?
Baji se encogió de hombro y sonrió.
- Creo que vaquita le pega más, es más adorable.
- ¿Tú diciendo que algo es adorable? Pasar tiempo con Chifuyu te está cambiando, ¿eh?
- Eso parece. – dijo antes de volver a guardar la lata con cuidado y quitar la pata de cabra de la moto. – Nos vemos mañana, Tora, descansa.
- Igualmente, Kei.
Esperé hasta que se fue para entrar en casa, sintiendo como una parte del peso que sentía por haber molestado a Chifuyu desaparecía. Saludé a mi madre, quien estaba viendo la tele en el comedor, antes de dirigirme a la cocina y tomar uno de los onigiris que habían sobrado de la mañana. Ella dirigió su vista hacia mi arqueando la ceja.
- ¿No vas a cenar?
- Con esto tengo suficiente, no tengo hambre.
Era una de las mentiras más recurrentes que usaba, decía que no tenía hambre y subía sin cenar o con las sobras del medio día a mi cuarto, donde me encerraba hasta la mañana, cualquier cosa con tal de no pasar tiempo con mi madre. La suerte es que ella salía temprano, lo suficientemente temprano como para que yo pudiera hacerme un bento tranquilamente lo suficientemente grande como para suplir la carencia de nutrientes de la noche, o al menos yo sentía que era así.
Dejé el onigiri sobre la mesa y agarré el pijama para bañarme y relajarme un poco antes de estudiar todo lo que Baji no me había dejado durante esos días. Fue en algún momento entre el baño y el estudio que recibí el mensaje de Chifuyu.
Era un breve y sencillo gracias que hizo que se me acelerara el corazón, no tanto por el agradecimiento sino por las cuatro letras que iban tras él, Tora. Nunca me había llamado así, nunca nadie a excepción de los Baji me había llamado así, era algo muy cercano e íntimo para mí, sé que se lo había mencionado en algún momento entre nuestras meriendas, pero nunca pensé que lo fuera a usar.
No contesté el mensaje hasta más tarde, justo antes de ir a dormir, no sé si porque estaba ansioso, contento o porque tenía miedo de estar sobrepasándome, pero recuerdo escribir el mensaje y poner el móvil boca abajo y en silencio por miedo a su respuesta.
Aún pienso que fui un poco idiota porque no decía nada malo ni comprometedor, tan solo fue un simple: Gracias a ti, Fuyu.
Bạn đang đọc truyện trên: ZingTruyen.Store