ZingTruyen.Store

Libre [BajiFuyu]

11.

Foxxxyy13

Romper con Chifuyu fue la mejor decisión, aunque honestamente no fue la más sencilla. Él había sido como una luz al final del túnel en ese momento de mi vida, así que, aunque estaba seguro de mi decisión, no pude evitar necesitar algunos días bastante al margen de mis mejores amigos y de la Toman. Necesitaba los días para volver a encontrarme, para centrarme en el plan y para acabar con el dolor que a veces sentía en el pecho cuando Chifuyu me sonreía.
Pero que yo las necesitase no quería decir que las fuera a tener, no, claro que no, porque Baji tenía otros planes para mí. Su primer plan vino en forma de una llamada que no contesté. Conociendo a Baji como lo hacía, sabía que esa llamada solo era una especie de comprobación, para saber que todo iba bien, que nuestra amistad no se había visto afectada. Honestamente yo sabía que no lo había hecho, pero necesitaba ese tiempo a solas, por eso solo pude resoplar cuando tras la llamada llegó un mensaje. Era un mensaje sencillo dónde me preguntaba cómo estaba que Chifuyu se lo había contado y que quería asegurarse de que estaba bien.

Si por mi hubiese sido tampoco le hubiese contestado, pero sabía que si no lo hacía pasaría a la tercera fase; venir a verme. Escribí de la manera más convincente que pude que todo iba bien, que tenía muchos exámenes y trabajos y que necesitaba concentrarme. No era del todo una mentira, porque si los tenía, pero no pensaba ponerme a hacerlos. Me apetecía tirarme en la cama mirando al techo sin hacer nada durante horas. Pero eso fue algo que solo pude hacer los primeros tres días porque el destino parecía no estar de mi lado y el momento de mi vida donde más tiempo a solas necesitaba, solo podía coincidir con las vacaciones de mi madre.

Así que, a partir del cuarto día, no podía estar en casa si no quería que mi vida se tornase una batalla campal. Para mí nunca había sido un problema pasar tiempo a solas, estaba acostumbrado a deambular, a entrar solo en alguna cafetería, probar lo que mejor pinta tuviese de la carta e incluso coquetear con las camareras, dar paseos interminables con la moto o ir a la playa y pasarme horas tumbado en la arena disfrutando de la brisa y las vistas. Pero tomar esas decisiones no era lo mismo que estar obligado a hacerlo, y aún no hacía calor suficiente como para disfrutar ninguna de ellas.

Y cuando llegó el fin de semana de nuevo tuve que buscar alguna excusa absurda para no ir a la reunión de la Toman, que me dolía la barriga o que estaba resfriado, no lo recuerdo. Como estar en casa no era una opción había decidido deambular un rato lejos de la zona de reuniones.

A veces se me olvidaba que era un pandillero, o que mi apariencia era lo suficiente estrafalaria como para que la gente me reconociera. Normalmente no era algo que me preocupase, no solía callejear, ni ir solo, y cuando lo estaba no era con la cabeza en otra parte como para no escuchar si alguien me emboscaba. Pero normalmente no me rompían el corazón ni tenía la necesidad de ir con los auriculares y la música a todo volumen.

No escuché los pasos y no percibí su presencia hasta poco antes de recibir el primer golpe. La Toman nunca atacaría en grupo a alguien que va solo, pero aquella banda no era la Toman.

Recuerdo que durante un breve instante pensé que aquella pelea era justo lo que necesitaba, pero ese instante se esfumo cuando me di cuenta de que estaba rodeado por un grupo de unas siete u ocho personas. En condiciones normales podría vencer a cinco de ellos, incluso a seis, pero aquel golpe me había desorientado y por cada golpe que yo daba recibía tres.

Si alguien de la Toman hubiese aparecido en ese momento podríamos haber hecho de esa una pelea justa, pero eso era demasiado poco probable. Estaba en mi barrio un sitio que no solía frecuentar la pandilla, por no hablar de que estaban reunidos. Tampoco estaba a simple vista, habían aprovechado mientras pasaba por el callejón más estrecho y oscuro que había por lo que no podía esperar que alguien nos viera y llamase a la policía. En ese punto no pensaba dejar de pelear, pero tenía asumido que perdería, por eso sentí como si un rayo de luz me iluminase cuando vi aquel puño que pasaba de largo mi cara y golpeaba a quien tenía detrás, tuve que alzar la mirada para descubrir de quien se trataba.

- Estoy seguro de que podrías hacerlo tú solo, pero necesito estirar un poco ¿Me dejas echarte una mano, chico tigre?

- Como no. – sonreí. - Encárgate de ese lado, yo te cubro por este.

Odio tener que admitir esto en público, pero estoy seguro de que si Ryusei no hubiese aparecido en ese instante las cosas se habrían puesto muy feas para mi. No recuerdo si logramos vencerlos a todos o si alguno huyó, solo recuerdo que en un momento estábamos rodeados y al siguiente solo quedábamos los dos, espalda contra espalda.

- No deberías andar solo por esta zona, la Toman no cae muy bien en estos barrios.

- Creo que me he dado cuenta, gracias por echarme una mano.

- No hay de que. – se giró para mirarme y aquella sonrisa radiante se desdibujó rápidamente. – Aunque pensándolo bien, si hay de que, ¿tienes prisa? – negué. – Genial, necesito guardar un par de cajas y me vendrían bien otro par de manos fuertes. A cambio puedo curarte un poco esa brecha que te han hecho en la ceja.

Me pasé la mano por la frente deshaciéndome del hilo de sangre que había estado cayendo por ella. No sé si la herida fue relevante en que aceptase su propuesta, o si tuvo más que ver con que me sintiese solo, con que me ayudase o con que en algún momento hubiese cambiado la percepción que tenía de ese chico. El caso es que decidí ir con él y echarle una mano.

- Últimamente no te he visto al volver de clase. – comenté, para sacar algún tema de conversación, pero me arrepentí al instante al ver la sonrisa que surgió en su rostro.

- ¿Me has echado de menos, chico tigre? Sabía que en el fondo te preocupabas por mí.

- Una insinuación más y me doy la vuelta y vuelvo a casa.

- Venga, no te enfades, te lo digo de forma cariñosa.

- Los dos sabemos que no, lo haces para molestarme, como lo de chico tigre. ¿Por qué me llamas así, para empezar?

- Porque una vez te llamé Tora y casi me atraviesas la cara de un puñetazo. – no pude evitar que una risa se escapase de mis labios.

- ¿Y decidiste buscar un apodo que me molestase más?

- Decidí buscar un apodo cariñoso que solo utilizase yo. – Sentí como mi corazón se aceleraba, supuse que sería por la situación, el tono de voz y el hecho de que estaba más sensible que de costumbre, quizá haber ido con él no había sido buena idea. - ¿Quieres que lo deje de usar y busque otro?

- Da igual, - murmuré. – ya me he acostumbrado a que me llames así.

- Tampoco pensaba dejar de hacerlo.

Ryusei hizo el comentario con total tranquilidad mientras me sacaba la lengua. Nunca he conocido a nadie con tanta confianza como él, tan seguro de si mismo y ambicioso. Caminamos el resto del camino hablando de cosas menos personales, de los estudios, de música y de futbol. Ryusei siempre que podía hablaba de futbol. No era algo que me desagradase, pero no era tan forofo como él, aun así había algo en la manera en la que se emocionaba explicándolo que hacía que no pudiese dejar de prestarle atención. Lo que me sorprendió fue descubrir que le encantaba la música.

Cuando llegamos a la puerta del bar me pidió que me quedase un momento en la puerta y entró a toda prisa para avisar a su madre, mi sorpresa fue que quien me vino a abrir y dar permiso para entrar no fue Ryusei sino una mujer joven y rubia, con un amplio escote de barco y los labios perfectamente pintados que me miró de arriba abajo con una sonrisa en el rostro.

- Si que eres guapo sí. – dijo sonriéndome. – Seguro que tienes varias novias. ¿Cómo te llamas?

- Kazutora.

- Kazutora, ¿eh? Que nombre más bonito, ¿No quieres una novia más o...?

- ¡Mamá! – Ryusei se apresuró a interponerse entre la que al parecer era su madre y yo. – Viene a echarnos una mano, no lo asustes.

- Está bien. – resopló. – Pero llévale a que se cure primero ese corte, no le favorece nada y tampoco quiero que manche las cajas.

Ryusei asintió mientras me hacía un gesto para que le siguiese e, instintivamente yo solo pude llevarme la mano a la ceja para verificar si aún sangraba o no. Supongo que el gesto fue lo que hizo que la madre de Ryusei sonriese y se me acercase un poco mientras entraba para susurrarme.

- No te preocupes, a él no le importan las cicatrices.

Estoy seguro de que ella vio perfectamente el sonrojo que me provocó ese comentario, pero ni se rio ni intentó presionarme más simplemente me dejó seguir a su hijo por su negocio. El bar apenas estaba iluminado por una luz tenue, era pequeño y acogedor, se notaba que era un negocio familiar, no había clientes y, si no hubiese estado tan nervioso, hubiese visto el motivo colgado en grande frente a la puerta, estaban cerrados por reforma. Ryusei me guio tras la barra hacia unas escaleras que llevaban a la segunda planta. Se situó frente a la única puerta que tenía cerradura y la abrió.

- Quítate los zapatos.

Me pidió antes de encender la luz que iluminaba aquel modesto departamento. Había escuchado de gente que vivía encima de sus negocios, pero vivir encima de un bar parecía algo caótico que nunca habría imaginado.

Para ser sincero, a juzgar por la manera de ser y vestir de Ryusei esperaba que viviese en una casa decorada de manera excéntrica, con muchos colores y decoración excesiva, pero aquel sitio era todo lo contrario, sencilla, rozando casi el minimalismo. Me quité los zapatos y le seguí por un largo pasillo hasta una habitación donde encendió la luz.

- Voy a buscar algo para curarte tú, - dudó un momento antes de mirar alrededor como si no supiese que hacer conmigo antes de señalar una de las puertas que había al final del pasillo– si quieres espérame en mi cuarto, no tardo nada. '

Asentí y me dirigí hacía la puerta, dudé un instante antes de abrir por si no le había entendido bien pero cuando lo hice y su habitación se plantó frente a mis ojos no pude evitar la sonrisa que apareció en mi rostro.

Cuando Baji conoció a Ryusei dijo que éramos bastante parecidos y tras dar un vistazo a su habitación, supe perfectamente porque lo decía. Su habitación iba completamente a juego con la mía, teníamos las mismas cortinas y una obsesión insana por los animal prints, pero él era mucho más ordenado que yo. Mientras yo dormía en un constante horror bacui, Ryusei tenía todo en su sitio, aunque estoy seguro en parte era gracias al armario inmenso que ocupaba la mitad de su habitación, lo único que se salía de aquel perfecto orden eran algunas fotos que había tiradas por su escritorio. Me acerqué a observarlas, reconocí en una bastante grande a su madre, acompañada de un pequeño y bajito Ryusei que no debía tener más de seis años, junto a ella tenía una en la que aparecía el chico que solía ir con él antes, tenía una en lo que parecía un festival de verano con Baji y un Chifuyu enfadado tras ellos, probablemente de hace un par de años, cuando yo no pude ir por tener que testificar en el juicio de mis padres al día siguiente. Di la vuelta a las tiras de fotomatón que había sobre la mesa, en ellas Ryusei estaba rodeado de varias chicas, habían editado las fotos poniéndose orejitas y corazones. Baji siempre comentaba que su compañero de curso era muy popular entre las chicas, pero nunca pensé que tanto. No escuché el sonido de la puerta y fui atrapado con las manos en la masa por el dueño de aquellas fotos.

- No te imaginaba tan cotilla, chico tigre. – dijo acercándose a mi, haciendo que un embriagador olor me invadiera.

- Culpable. – entoné sin sentir ni un poco de vergüenza. – Las he visto giradas y quería entender por qué.

- ¿Y si hubiesen sido nudes?

Noté como se agachó hasta quedar más a mi altura y agarró aquellas fotos de mi mano con una sonrisa. Su objetivo era ponerme nervioso y, honestamente lo había conseguido, porque imaginar cual habría sido mi reacción al girar las fotos y ver a Ryusei desnudo hacía que el calor me subiese por todo el cuerpo. Pero no iba a dejar que lo notase, no iba a darle la satisfacción de saber que podía llegar a causar ese efecto en mi, aunque yo atribuyese esos sentimientos a mi reciente ruptura.

- Creo que hubiese sido menos embarazoso que esto. – sonreí. - ¿En serio? ¿Orejitas de gato?

- ¿Hubieses preferido que fuesen de un felino más grande? Porque no había, pero no me hubiese importado ponerme unas de tigre.

Aquella última frase fue prácticamente un susurro que hizo que todo mi ser temblase, odiaba cuando actuaba así, miré alrededor buscando algo con lo que cambiar de tema y cuando mi vista se clavó en las cortinas decidí que ese era un buen tema de conversación.

- Creo que me hago una idea, yo también soy un fan del animal print, tengo las mismas cortinas.

- ¿De verdad? - asentí.

- También tengo una sábana a juego.

- ¿Si? – alzó las cejas y supe cómo podía tergiversar el hecho de que mencionase mi cama alguien como él. – Algún día podrías enseñármela.

- Algún día, pero de momento mejor cúrame, anda. – dije sentándome sobre la alfombra siendo muy consciente de lo nervioso que estaba logrando ponerme estar a solas con ese chico. - ¿No necesitabas ayuda con unas cajas?

- ¿No decías que no tenías prisa? – rio sentándose frente a mí. – Tampoco creo que tengas mucho, la sangre de la cara es muy escandalosa, pero así descartamos.

Asentí, justo en el momento que una vibración empezó a salir de mi bolsillo. Antes de que mi acompañante pudiese hacer alguna broma, lo saqueé del bolsillo y miré como el nombre de Baji se iluminaba en la pantalla antes de colgar. No pasó inadvertida la mirada de incredulidad en el rostro de Ryusei que hizo que esbozase una sonrisa.

- Parece que no soy el único cotilla.

- Es tu culpa por tener el brillo tan alto. ¿Os ha pasado algo?

- No, no exactamente, además estoy seguro de que solo llama para preguntar como estoy.

- ¿Por la pelea? ¿Ya se lo has contado?

- No, - dije sonriendo. – es que le he dicho que me encontraba mal para no ir a una reunión, seguro que querrá asegurarse de que ya estoy mejor.

- ¿Y lo estas?

- Estoy bien, solo no me apetecía ir. - En aquel entonces no entendía que tenía ese chico para hacer que fuese sincero con él, pero estoy seguro de que si Ryusei en ese momento me hubiese pedido todas mis contraseñas se las habría dado sin rechistar.

- ¿Por eso estabas deambulando solo por esa zona? – asentí. - ¿Tiene algo que ver con que Chifuyu y tú hayáis roto?

Abrí mucho los ojos y tragué saliva, se suponía que nuestra relación era un secreto que solo sabía Baji. ¿Por qué le había contado a Ryusei nada? ¿No se llevaban mal?

- ¿Cómo sabes tú eso?

- Así que es verdad. – dijo con una enorme sonrisa ladina. – No lo sabía, pero solo había que unir los puntos; tú querías declararte a Chifuyu, Keisuke deja de quedar con vosotros y empieza a proponerme planes a mí, luego habla con Chifuyu y vuelven a estar como siempre y de repente tú les estas evitando.

- Técnicamente lo de Kei fue antes de cortar, pero si, debo admitir que ha sido justo así. – él sonrió victorioso.

- ¿Te ha dejado por tu mejor amigo?

- ¡No! Claro que no, no que yo sepa, - aclaré intentando no recordar la confesión que me había hecho Chifuyu la misma noche que cortamso. – aunque si están juntos me alegraré por ellos. Mi plan es juntarles porque está claro que se gustan, solo necesito un poco de tiempo para...

- ¿Digerir lo que está pasando?

- Si, justo para eso. - me puse más cómodo y me acerqué inconscientemente un poco más a él. – Se que no debería porque fui yo el que le dijo que dejarlo sería lo mejor para ambos, pero me duele un poco ver todo lo que pudimos ser y nunca seremos.

- Bueno, - Ryusei se echó hacia atrás apoyando la espalda contra la mesa y me miró con una sonrisa. – es normal que te sientas así, a nadie nos gusta sentirnos rechazados o que no somos suficientes.

- ¿Es una indirecta?

- ¿A ti? No, - su sonrisa se iluminó con soberbia. – sé que en algún momento caerás. Además, hasta donde yo se nunca me has rechazado solo me has ignorado porque te gustaba otra persona.

No pude evitar que una sonrisa tonta se me dibujase en la cara, él si que no tenía remedio. Incluso Mitsuya quien solía decir que yo era la persona más creída y segura de sí misma que conocía dejó de hacerlo tras conocerle. Pero no tenía nada de malo, es más, siempre le he envidiado, su seguridad, la manera que era capaz de marcar su propio ritmo, esa libertad. Todo lo que yo luchaba cada día por ser, él lo era de manera genuina. Ya en aquel entonces empezaba a darme cuenta de la cantidad de cosas buenas que ocultaba Ryusei.

- ¿Eso quiere decir que moverás ficha a partir de ahora?

- ¿Eso quiere decir que te ha dejado de gustar Chifuyu? – dudé y antes de que pudiera contestar el chasqueó la lengua. – Que lo hayas dejado con una persona no implica que te deje de gustar. Suelen decir que hay un periodo de luto, honestamente yo creo que no siempre es así, a veces te gusta una persona y cuando cortáis te das cuenta de que no es así, otras estas con ella a sabiendas de que ya no te gusta, otras tardas meses en olvidarlo y otras...

Ryusei no continuó la frase enmudeció mientras alzaba la vista al techo y suspiraba. En aquel momento dudé si pedirle que continuara o dejarlo estar y opté por lo segundo. Tardé demasiado tiempo en entender como continuaba esa frase y a día de hoy aún no sé porque estuvo tan melancólico antes de decirlo pero si se lo que era, otras no les olvidas nunca.

- Creo que, en tu caso, - continúo tragando saliva como si le costase. – no necesitas pasar un luto, por mucho que aún no le hayas superado, cuando lo veas todo seguirá igual.

- Hablas como si nos hubieras visto juntos

- Hablo como si fuese amigo de todos y cada uno de los integrantes del extraño triangulo que os habéis montado. – dijo entra risas. – Va en serio, chico tigre, si los ves me entenderás.

El tiempo que estuve ayudando a los Sato me ayudó a desconectar un poco de todo. Durante todo el tiempo que estuve ahí descubrí de donde había sacado Ryusei esa obsesión de coquetear con absolutamente todo el mundo. Cuando acabamos se ofreció a acompañarme un trozo hasta mi casa alegando que aprovecharía para comprar algo para cenar. Caminamos bajo la luna un buen rato en completo silencio hasta que un suspiro abandonó sus labios. Le miré y creo que esa fue señal suficiente para que me dijese lo que llevaba tanto rato rondando sus pensamientos.

- Deberías llamar a Keisuke, si mi mejor amigo acabase de romper con su novio, me dijese que se encuentra mal y no contestase las llamadas yo también estaría preocupado.

- Lo sé, pero es difícil.

- ¿Por qué?

- No quiero que las cosas se sientan extrañas cuando les vea, no quiero ser "el ex", no quiero que cuando vea a Chifuyu no pueda soportarlo y Kei decida irse con él y dejarme de lado. No quiero perder mi amistad con Chifuyu.

- Eso no pasará. ¿No me habíais dicho que habíais acabado bien? – negué. - ¿Entonces?

- ¿Y si no puedo soportar verlos juntos? – confesé. – ¿Y si empiezo a sentirme molesto porque Kei puede tener lo que yo no?

- Otra vez con eso... ¿Te ha pasado antes?

- No, pero...

- No hay peros. – me interrumpió. – Tú siempre has pensado que ellos dos se gustaban y, por lo que me has contado hoy, terminaste con Chifuyu precisamente por eso, para no interponerte, ¿no? – asentí. – Pues dudo que te sientas molesto o no puedas soportarlo. Creo que lo estas estas enfocando mal, no deberías verlo como que tú no puedes tenerlo, sino como aquello que probaste y viste que no era para ti.

- No te sigo.

Ryusei suspiró con una sonrisa en el rostro y cerró sus ojos un momento, como si buscase un símil para hacer que yo lo entendiera.

- Tienes una moto, una que te encanta, pero no puedes conducirla.

- ¿Por qué?

- Porque... mmm, te rompiste una pierna y ahora no puedes montarte en ella, necesitas una scooter.

- Preferiría morir antes que montar en scooter. - Ryusei se rio antes de pasarme el brazo por los hombros de manera tan natural que ni me di cuenta.

- Bueno, el punto es el mismo, no la puedes montar y te encanta, es la moto de tus sueños. ¿Qué harías?

- ¿Si no pudiese volver a montar la moto que tengo ahora?

- ¿Esa especie de plátano es la moto de tus sueños? Con esos gustos no me extraña que me des largas... - le lancé una mirada asesina que hizo que rompiese de nuevo a reír. – Vale, perdón, no puedes volver a montar tu moto. ¿Qué vas a hacer con ella?

- Supongo que se la daría a alguien cercano que si pudiera.

- ¿Y le odiarías si le ves por la calle montándola?

- No, quizá me daría envidia, pero...

- Pues piensa en algo parecido con Chifuyu y Keisuke. – estuve a punto de replicar cuando suspiró. – Se que no es lo mismo, sé que Chifuyu puede elegir qué es lo que quiere y tu moto no, pero la esencia de lo que sientes es parecido, ¿no? Bueno en mi cabeza tiene sentido, lo has probado, lo has disfrutado un tiempo, pero tanto tú como él estáis de acuerdo en que no era para vosotros, ¿no es así? - asentí de nuevo. – Pues eso, no le des muchas vueltas y deja de evitarlos, seguro que la mayoría de los miedos están solo en tu cabeza.

- He de confesar que me gusta esta parte filosófica tuya.

- Bueno, te gusta una parte de mí, es un buen comienzo, - me apretó más fuerte contra él. - ahora falta que te gusten también las otras.

Rodé los ojos, pero no me separé de él, notaba cierto confort estando así, junto a él, junto a la persona que me había resultado la más insoportable del planeta no hacía tanto tiempo. Nos despedimos frente a una tienda que quedaba a mitad de camino y ni siquiera tuve la necesidad de ponerme los cascos para recorrer la mitad que me quedaba. Y menos mal que no lo hice, si no probablemente se me hubiese pasado por alto el maullido tan reconocible de Peke J. Sabía que ese gato solía escaparse constantemente y vivir aventuras de varios días, pero que soliese hacerlo no implicaba que sus dueños estuviesen contentos o tranquilos cada vez que lo hacía. Le llamé y cuando vino verifiqué que efectivamente era él por la cicatriz que tenía en la frente lo tomé en brazos e inconscientemente lo llevé hasta el edificio donde vivían sus dueños para que no se preocupasen. Me quedé varios segundos con el gato en brazos observando el enorme edificio sin saber que debería hacer ahora. Técnicamente el gato era de Chifuyu, pero estaba bastante seguro de que Baji era quien más se preocupaba por él, por lo que si lo llevaba a casa de uno probablemente el otro se molestaría, tampoco sabía si quiera si ya habrían llegado de la reunión. Quizá podría haber dejado el gato en el suelo y dejar que fuera el quien decidiera a quien quería ver primero, pero nada me garantizaba que no volviese a huir y sinceramente lo entendería, porque yo también me sentía un poco como él, sin saber que hacer ni a donde ir. Fue de nuevo el maullido del gato el que resolvió mis dudas.

- ¿Peke J?- Escuché detrás de mí.

Creo que lo primero que vi fue aquellos preciosos ojos de Chifuyu observándome, como si fuese la última persona que esperaba ver ese día. Pero antes de que pudiese reaccionar escuché el golpe familiar de un casco de moto golpeando el suelo y sin poder si quiera mirar hacia quien lo había producido sentí los brazos de Baji aprisionándome entre ellos. Bueno a mi y al pobre gato que estaba revolviéndose asustado en mis brazos sin entender lo que pasaba.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó con una sonrisa en el rostro antes de bajar su mirada a la bola revoltosa que tenía entre mis brazos.

- Creo que se os has escapado esto. – sonreí y bailé mi mirada entre ambos chicos.

Esperaba que al verlos de nuevo sintiese alguna clase de dolor en el pecho, angustia o alguno de esos sentimientos que me mostrasen que realmente era egoísta, pero en su lugar tuve que darle la razón a Ryusei porque sentí nostalgia y una especie de anhelo. Baji agarró a Peke J y fue Chifuyu quien se acercó con algo de preocupación a mi rostro y rozó la brecha reciente con la yema de sus dedos haciéndome sisear de dolor.

- ¿Cómo te has hecho esto? – preguntó apartando la mano como si le doliese a el también, luego miró al gato con un rostro cómicamente enfadado.

- No tiene importancia y desde luego nada que ver con Peke J. – me avancé a decir.

- Ven a casa, - se apresuró a decir Baji. – hay que mirar que te lo hayas curado bien, tú eres muy poco cuidadoso con estas cosas, siempre se te acaban infectando las heridas.

- No lo he curado yo.

No pensaba admitir en voz alta ante ellos quien lo había hecho, pero tampoco parecía que ellos tuviesen intención de sonsacármelo en su lugar Chifuyu se apresuró a sonreírme.

- No está de más echarle un vistazo. Además, llevas varios días sin venir a merendar conmigo o ayudar a estudiar a Baji. ¿Por qué no esperáis a que deje a Peke J en casa y vamos a cenar algo?

- Podemos comprar yakisoba y cenar en mi casa, mi madre lleva varios días preguntando por ti.

Ya sabéis que yo no soy alguien de llanto fácil, pero en aquel momento no pude evitarlo. No de tristeza, y no tanto de felicidad como de anhelo, de saber que necesitaba más que nada en el mundo permanecer ahí, junto a mis dos mejores amigos y ver cómo eran felices juntos. 

Bạn đang đọc truyện trên: ZingTruyen.Store