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Círculo, Triángulo y Posesión

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Animals

Te escogí porque eres el único que aún cree en algo, cuando yo ya no creo en nada. Lo dijo un lobo lleno de cicatrices.

He existido en tantas guerras, que te escogí para encontrar paz. Lo dijo un águila cansada de surcar los cielos y solo encontrar muerte.

Nací contigo y si mueres, me iré contigo. Lo dijo un jaguar.

No tengo tantos años como los demás, pero quiero que muchos de ellos sean contigo.
Lo dijo un zorro que solo busca correr por la orilla del mar.

Si tú caes, yo me iré contigo.
Gruñó el oso, con la promesa de nunca dejarlo solo.

Me llaman fiera, pero contigo aprendí lo que es ser libre. Lo dijo un león que nunca conoció más que la jaula de luchar.

Te escogí porque incluso en el miedo, sigues avanzando.
Dijo un búho que ha visto demasiados huir.

Si alguna vez dejas de oírme, recuerda que siempre estaré en tu sombra. Lo dijo un Toro que nunca abandonó a su compañero.

No eres el más fuerte, pero tienes algo que los demás no... me tienes a mí.
Lo dijo una pantera que solo confía en uno.

Me diste una razón para seguir caminando, cuando mis patas solo querían descansar.
Lo dijo un Búfalo que ha recorrido demasiadas tierras sin un hogar.

No me escogiste, pero yo sí te escogí a ti.
Dijo un tigre que había esperado demasiado tiempo.

No importa cuántas veces caigas, mis alas siempre estarán para recordarte que puedes levantarte.
Lo dijo un halcón que había visto demasiados héroes perecer.

No nací para seguir órdenes, pero si es tuyo el grito, yo responderé.
Dijo un lobo alfa que nunca aceptó otro líder.

Tú corres, yo corro contigo.
Tú luchas, yo lucho contigo.
Tú mueres... entonces también lo haré.
Lo dijo un zorro que nunca dejó a su compañero atrás.

Eres débil, torpe y lento... pero eres mío.
Dijo un caballo con una risa burlona.

No me arrepiento de haberte escogido, aunque sé que algún día tú te arrepentirás de haberme escuchado.
Lo dijo una civeta con demasiadas sombras detras.

Te escogí porque nunca quisiste que alguien más te escogiera.
Dijo un perro que entendía demasiado bien lo que era la soledad.

¿Sabes por qué soy más fuerte que los demás? Porque yo tengo algo que ellos no... tengo fe en ti. Y nosotros no somos de tener fé
Dijo un gato que nunca dejó de correr a su lado.

Podrías haber tenido cualquier otra bestia, pero el destino me puso a mí en tu camino. Acepta eso.
Lo dijo un leopardo que nunca creyó en la suerte.

Escúchame bien, humano. Si alguna vez dudas, solo sigue mis pasos. Dijo un oso que nunca se perdió en la nieve.

Mi existencia solo tiene sentido si tú estás en ella.
Lo dijo un caracal que nunca encontró otro hogar.

No quiero promesas, no quiero excusas... solo quiero que no te rindas antes que yo.
Dijo un chacal con la mirada fija en su compañero.

No me debes nada. Yo fui quien eligió quedarse contigo.
Dijo una pantera que nunca dejó de luchar.

Tú eres el guerrero, pero yo seré tu sombra.
Lo dijo un tigre con las garras afiladas.

Nunca seré más fuerte que tú, pero siempre estaré para recordarte que no necesitas serlo. Dijo un zorro que solo quería correr a su lado.

Soy viejo como un roble, más antiguo que los huesos enterrados bajo la tierra. He visto al mundo cambiar, a los ríos desbordarse y secarse, a los vientos esculpir montañas y a las estrellas caer del cielo como lágrimas olvidadas.

Yo soy.......

Soy.......

Soy...

He vivido tanto que la memoria se vuelve un río sin fin, con historias que se enredan unas con otras, hasta que ya no sé qué pask primero y qué fue solo un eco en la eternidad.

Nosotros, las bestias, no creemos en dioses.
No necesitamos oraciones ni templos. Nuestra existencia no requiere fe, solo instinto, carne, y la voluntad de vivir.

Existimos desde antes de que los humanos aprendieran a nombrarnos, desde antes de que comprendieran el fuego o levantaran sus ciudades.

Pero cuando ellos nacieron, también nacimos con ellos.

Algunos llegamos con el primer aliento de un niño, otros despertamos siglos atras.

Las historias que cuentan sobre nosotros son tantas como las estrellas. Cada pueblo, cada nación, cada tribu ha inventado su propia verdad, porque los humanos necesitan explicaciones.

Necesitan creer que hay un propósito en todo.

Esta es la historia que más me gusta....Dicen que venimos del corazón ardiente del mundo, donde el fuego nunca se apaga. Que nacimos de la lava, de la roca fundida, y que al salir a la superficie nos convertimos en sombras, aprendiendo a ver y a buscar a aquellos dignos de compartir nuestras almas. Algunos de nosotros nos volvimos lobos, otros tigres, águilas, panteras... Cada uno reflejando la esencia de su portador.

Somos como espíritus que ellos no ven.

En las arenas de Egipto, decían que éramos el juicio divino. Que veníamos del Sol y la Luna, enviados por Ra y Thoth para guiar a los humanos a su destino.

Si eras marcado por un animal, significaba que habías sido elegido por los dioses. Los faraones se creían descendientes directos de los leones y halcones, y sus enemigos eran considerados chacales y hienas.

No sabían que nosotros no tenemos bandos.

Solo buscamos equilibrio.

En lo profundo de la selva, éramos el fuego, la lluvia y los rayos. Los chamanes nos llamaban en sus rituales, creyendo que podían domarnos. No sabían que no se puede domar lo que es eterno. Solo aquellos que verdaderamente entendían la naturaleza podían convivir con nosotros.

Los mayas creían que veníamos de los cenotes, de los pozos sagrados donde el agua y la piedra se fusionan. Decían que éramos los guardianes de los caminos entre el inframundo y el mundo de los vivos.

Para ellos, los jaguares eran la reencarnación de los guerreros caídos, los búhos traían mensajes de los dioses, y los lobos eran guías para los espíritus errantes.

Pero nosotros no reencarnamos.

Simplemente vagamos

En el norte, donde la nieve cubre la tierra como un sudario, nos llamaban espíritus del bosque. Decían que éramos el alma de los antiguos dioses, que caminábamos junto a los héroes en la batalla y que nuestro rugido anunciaba la llegada de la muerte o la victoria.

Los lobos de Fenrir, los cuervos de Odín, los osos de los berserkers...

En China y Japón nos veían como guardianes espirituales, vinculados a la energía del universo. Algunos nos llamaban dragones celestiales, otros kitsunes y nekomatas, espíritus que guiaban o engañaban a los humanos según sus acciones. Creían que si morías sin haber encontrado a tu bestia, tu alma vagaría eternamente.

En las tribus nómadas del desierto, nos veían como sombras del destino. Si un lobo aparecía en tu sueño, era una advertencia. Si un halcón volaba sobre ti, era un buen augurio.

Creían que los alfas eran descendientes de los depredadores, los betas de los errantes, y los omegas de los astutos sobrevivientes.

Los monjes tibetanos decían que éramos la reencarnación de los sabios. Que aquellos que alcanzaban la iluminación podían tomar la forma de un animal y seguir guiando a los vivos desde el otro lado. Para ellos, los tigres eran protectores, los lobos guardianes del conocimiento, y los osos representaban la fortaleza del espíritu.

La verdad, si es que alguna vez existió una, se perdió hace mucho tiempo.

Cada pueblo moldeó nuestra historia a su manera, nos dio nombres y significados que nunca pedimos.

Pero la realidad es simple: somos lo que somos.

No somos dioses ni demonios.

No somos ángeles ni maldiciones.

Somos parte de este mundo, como el viento, el agua, la tierra y el fuego.

Y ahora, después de tanto tiempo, solo quiero descansar.

Alejarme de las guerras y los héroes que buscan gloria.

Dejar que el mundo siga su curso sin mí.

Pero aún espero... aún espero por uno más.

Alguien que entienda.

Alguien que no me vea como un poder, una herramienta o un castigo.

Alguien que simplemente... camine conmigo.

Si alguna vez olvidas quién eres, mírame a los ojos... ahí estarás reflejado.
Lo dijo un jaguar con demasiadas historias en su mirada.

El destino me ató a ti. Y créeme, si pudiera elegir, te elegiría otra vez.
Dijo un lobo que nunca aceptó otra vida.

No temo la muerte, pero temo verte caer sin poder hacer nada. Dijo un oso que siempre estuvo listo para la batalla.

Eres mi igual, mi reflejo, mi otra mitad. Si tú sangras, yo sangro. Dijo un Elefante omega, sellando su destino.

He visto reyes y mendigos, dioses y demonios... y aun así, te elegí a ti.
Dijo un Oso que supo que caería si el humano que acababa de elegir caía.

No me importa si ganas o pierdes, solo que sigas adelante. Dijo la Civeta. mientras la persona lloraba

No quiero protegerte, quiero pelear a tu lado.
Dijo un lobo con garras listas.

Si alguna vez dudas de ti mismo, solo recuerda quién camina a tu lado.
Dijo una Leona con ojos llenos de orgullo.

No sé si este camino nos llevará a la gloria o al desastre... pero lo recorreré contigo. Dijo una cebra con una cicatriz en el ojo.

Si el mundo se derrumba, que lo haga después de que terminemos lo que vinimos a hacer. Dijo un Gorila con un brillo peligroso en la mirada.

Te he esperado en todas mis vidas. No me hagas esperar en la próxima.
Dijo un Rinoceronte que había visto más siglos de los que podía recordar.

No hay destino, no hay profecía, no hay camino predicho... solo tú y yo, y lo que elijamos hacer.
Dijo el Alcé que nunca quiere seguir órdenes.

Si esto es una maldición, prefiero maldecirme contigo.
Dijo la jirafa con la mirada perdida en la luna.

Eres mi humano, y eso es todo lo que importa.
Dijo una ballena que amaba estar en compañía .

Te escogí porque aunque el mundo te escupa, sigues de pie. Dijo un delfín que vio el mar teñirse de sangre.

Nunca te dejaré... aunque eso signifique ver el mundo arder.
Dijo un camello con una promesa rota en el corazón.

Si este es el final, entonces terminémoslo juntos.
Dijo un águila con las alas extendidas.

Siempre he estado aquí... solo estaba esperando a que me miraras. Dijo un lobo en la oscurida.

Algunos creen que las bestias solo eligen a los fuertes...pero he visto a muchos fuertes sin ellas

Nam-gyu (124)

Llegué a estos juegos pensando que sería dinero fácil. Una jugada rápida, como las apuestas clandestinas que solía ver en la discoteca donde trabajaba. No tenía paciencia para un camino lento y seguro. No, yo quería todo ahora. Dinero suficiente para dejar de romperme la espalda cada noche bregando con borrachos y tipos que se creen invencibles solo porque llevan un par de copas de más.

En mi adolescencia, dejé de escuchar aquellas palabras que una vez mi madre me dijo: "Ten cuidado, Nam-gyu."
"No te metas en problemas, hijo."
"No sigas malos caminos."

Cosas que dice una madre... cosas que en ese momento ignoré porque quería experimentar, porque no quería ser el chico bueno que solo hacía lo correcto. Quería probar lo que el mundo tenía para ofrecer.

Y mira dónde estoy ahora.

Muevo los palillos entre mis dedos, empujando la escasa comida en la bandeja sin ganas, cuando escucho la voz de Thanos sacándome de mis pensamientos.

-¿En qué piensas?

-En cómo mi primera vez fue un desastre-Thanos me mira sorprendido antes de soltar una carcajada.

-¿Tan mierda fue?-Resoplo y dejo los palillos sobre la bandeja.

-Completamente.

Mi primera vez fue con un Alfa que solo pensaba en su placer. Nos metimos en su coche, que sospecho que era robado. Fue rápido, torpe y jodidamente incómodo. No se molestó en poner un condón y yo, en ese momento, tampoco pensé en decírselo. Menos mal que era un Beta y no tenía que preocuparme por embarazos no deseados.

Dame las gracias.

Gracias

Deberíamos haberle dado un rodillazo en los cojones.

El dolor, la decepción, la sensación de que no importaba más allá de ser un simple agujero... eso me quedó.

Cállate. Los betas estamos sobrevalorados.

Thanos suelta otra carcajada, dándole un bocado a su comida.

-Así de ganas tenías que ni siquiera elegiste bien-Me encojo de hombros con una sonrisa amarga.

-Era guapo y yo tenía 17. Pensé que eso bastaba-
Thanos sacude la cabeza con una sonrisa divertida.

-Vaya, Nam-gyu. Me sorprende que no terminaras enamorándote-Ruedo los ojos y le doy un codazo.

-No todos somos tan desesperados como tú.

-Yo no soy desesperado. Soy selectivo.

-Y podría decir que ese fue un idiota y que fui a mejor... pero no fue tan fácil.

No vino uno tras otro. Tuve varias relaciones, sí, pero ninguna fue gran cosa. Eran solo... experiencias. Cosas que pasaban, personas que venían y se iban.

A mis 20 me crucé con el peor.

Duremos dos años. Incluso llegamos a vivir juntos. Ya a mis 19 trabajaba en cualquier puesto que me ofrecieran, desde cargando cajas en almacenes hasta portero en discotecas, así que pensé que era el paso natural.

Pero después, un día, simplemente me dejó.

Por un Omega.

Uno que conoció en el cumpleaños de su amigo, una noche de fiesta cualquiera.

Me destrozó el corazón.

No hubo pelea, ni lágrimas de su parte. Solo me dijo que había conocido a alguien más y que lo sentía. Como si esas palabras arreglaran algo. Como si fueran suficientes para borrar dos años de mi vida.

Yo apenas tuve fuerzas para recoger mis cosas y volver a casa de mis padres.

Me encerré en mi habitación por días, sintiéndome el más grande de los idiotas.

-Joder... -suelta Thanos, sorprendido-. ¿Así de fácil te cambió por otro?

Asiento, jugando con los palillos entre mis dedos.

-Sí. Ni siquiera lo pensó dos veces.

-Y dime... ¿te vengaste al menos?

Lo miro de reojo y suelto una risa sin humor.

-No. ¿Para qué? Si alguien quiere irse, que se largue.

Thanos hace una mueca.

-Yo le habría roto la cara.

-Por eso tú estás lleno de cicatrices y yo no.

Nos reímos otra vez, pero en el fondo, sé que aún me queda esa espina en el corazón. No por el tipo, sino por lo estúpido que fui al creer que era suficiente.

Dejamos las bandejas de comida y volvimos a nuestras literas como si nada. Como si no estuviéramos metidos en esta mierda, como si no supiéramos que en cualquier momento podíamos morir.

Pero así era más fácil.

Thanos saca de su cruz las pastillas de droga que habíamos estado tomando desde que entramos aquí. Pequeñas dosis de escape, de alivio. Me pasó una sin decir nada y la tomé con la misma facilidad con la que respiraba.

Seguimos charlando mientras el efecto empezaba a hacer su trabajo, aflojando nuestros músculos y soltándonos la lengua. No sé en qué momento la conversación tomó otro rumbo, pero lo hizo.

-Así que nunca has estado con un Alfa después de él del coche-dice Thanos con una sonrisa burlona, su voz más relajada de lo normal.

-¿Y qué?-respondo, mirándolo con una ceja levantada.

-Nada, solo que te lo has perdido-Ruedo los ojos.

-¿Y tú? ¿Cuántos betas han pasado por tu cama?-Él se ríe, echando la cabeza hacia atrás.

-Pocos, pero no me quejo.

-Claro, claro. Tú con que te abran las piernas, ¿no?-Digo soltando una risita.

Thanos se inclina un poco más hacia mí, su sonrisa ladeada, ojos oscuros mirándome con algo que hace que mi estómago se contraiga.

-¿Y tú?-pregunta en un tono más bajo-¿Qué necesitas para abrirlas?

Siento un calor familiar extenderse por mi vientre. No sé si es por la droga, por la forma en la que su aliento roza mi piel, o por la maldita tensión que lleva creciendo entre nosotros desde hace días.

No sé cuándo se ha pasado a mi litera. No sé cuándo hemos terminado tan cerca.

Solo sé que lo estoy mirando, que su mano está peligrosamente cerca de mi cintura y que si él no hace algo primero, lo haré yo.

No voy a dejar que me haga sentir como un puto virgen.

Si él juega así, yo también.

Le miró con una media sonrisa, acercándome lo suficiente como para que su respiración roce mi piel. Mi mano se desliza por su hombro con una calma fingida, sintiendo la tensión en sus músculos.

-¿Quién dice que necesito algo en especial?-le susurro, dejando que mis palabras se queden suspendidas entre nosotros.

Thanos entrecierra los ojos, su sonrisa no desaparece, pero hay algo en su expresión que se vuelve más intensa. Su mano en mi cintura se aprieta apenas, como si estuviera probando mi reacción.

Esto no estaba en mi plan principal.

Esto no tenía que pasar.

Y sin embargo, aquí estoy, dejando que la cercanía nos atrape, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío, permitiéndome olvidar, solo por un segundo, que estamos en el peor lugar posible.

Nuestras narices se rozan, el aire entre nosotros se vuelve espeso.

Y entonces lo digo.

-Me odiarás cuando descubras la verdad.

-Lo dudo-responde-Ya sé que me mientes y aquí sigo.

Algo brilla en sus ojos oscuros, pero antes de que pueda decir algo más, la burbuja se rompe.

Un grito.

El sonido de algo golpeandose lo contra las literas.

Nos quedamos estáticos cuando escuchamos cómo las X empiezan a pelearse.

Gi-Hun

El plan avanza según lo planeado. Los guardias están ocupados deteniendo la pelea entre los jugadores, y no prestan atención a los que fingimos estar muertos. Pasan de largo, revisando los cuerpos con un escáner para verificar la identidad de los jugadores caídos.

Y entonces, atacamos.

Escucho a Jung-bae gritar el nombre de Dae-ho y el sonido de una botella rompiéndose. Aprovecho el caos para lanzarme sobre el guardia más cercano, sujetándolo con fuerza en un intento de neutralizarlo. Sin embargo, se revuelve, forcejeando con más fuerza de la que esperaba. Logra zafarse y me apunta con su arma.

Pero antes de que me pueda disparar, un estruendo corta el aire.

In-ho ya tiene un arma de otro guardia y, sin dudarlo, le dispara al que estaba a punto de volarme la cabeza. El guardia cae sin siquiera soltar un sonido.

Me levanto rápidamente, con la adrenalina recorriéndome el cuerpo, y veo a 047 sujetando a otro guardia mientras 120 le dispara en la cabeza. Jung-bae, habiendo logrado quitarle el arma a otro guardia, dispara hacia las literas, donde uno de ellos intentaba apuntarle desde arriba.

¡Muévete!. Gruñe mi lobo

Entonces comienza el tiroteo.

Los guardias centran su fuego en nosotros, sin darse cuenta de que los demás jugadores que han decidido luchar se mueven en las sombras, aprovechando la distracción para atacarlos por la espalda.

Se escucha una voz por los altavoces.

¡Retirada inmediata! ¡Retirada inmediata!

Los guardias restantes obedecen la orden y desaparecen, dejándonos con un único cuadrado en medio del desastre.

Aprovecho el silencio para dar un paso adelante y gritar:

-¡Escuchad! ¡Vamos a dirigirnos arriba, donde está la base de esos malditos enmascarados! ¡Vamos a coger a los que nos metieron aquí y vamos a poner fin a este juego! ¡Les haremos pagar por lo que han hecho! ¡Quien sepa disparar y quiera unirse, que dé un paso al frente!

Nadie se mueve.

Lógico.

Miedo.

Terror.

Pero entonces, Jung-bae da unos pasos al frente.

-Escuchad-dice, con la voz firme-entiendo que tengáis miedo. Yo estoy aterrorizado. Pero si no hacemos esto, puede que no tengamos otra oportunidad de salir con vida. Luchemos juntos y volvamos a casa. Todos.

Entonces, uno tras otro, cuatro jugadores más dan un paso adelante.

115.
072.
206.
246.

Ahora somos once.

-Cada uno tiene un walkie-talkie. La frecuencia será el número de la suerte del 7-Asiento y me coloco frente a In-ho.

-Gracias por salvarme.

-Cuando salgamos, invítame un trago.

Antes de que pueda responder, la voz de 120 resuena mientras se adelanta, sosteniendo un subfusil MP5.

-¡Escuchad! Esto es un MP5. Para retirar el cargador, presionad la palanca y tirad -Dice mientras va moviendo sus manos por el arma
-Luego, poned esto hacia abajo para disparar ráfagas y hacia arriba para un solo disparo. Como no tenemos demasiada munición, aseguraos de que sean disparos individuales. Por último, al colocar el cargador, tirad de la palanca superior para cargar el arma. ¿Queda claro?

-¡Sí!-respondemos varios a la vez.

-Oye, ¿cómo sabes tanto de armas?-Le pregunta 246-Ella suelta una risita seca.

-Era sargento en las Fuerzas Especiales.

Eso explica mucho.

Entonces me giro hacia el guardia cuadrado que atrapamos.

-Quítate la máscara-El tipo se congela por un segundo, pero al notar nuestras armas apuntándole, obedece.

Mierda. Parece un crío de 20 años.

A mi lado, Jung-bae murmura:

-Madre mía… ¿tus padres saben que te dedicas a esto?-Ignoro la ironía en su voz y miro al guardia directamente a los ojos.

-Ahora nos vas a llevar hasta tu líder.

Mi maestro de combate aseguraba que los lobos siempre caen en manos de los que anhelan la sangre.

Hyun-ju (120)

Todos nos preparamos, asegurándonos de que las armas funcionen y que el plan no falle. Pero antes de que todo comience, hay algo que necesito hacer.

Eres enternecedora. Me dice con burla mintigre.

Camino hacia Kim-young, que está sentada en una de las literas con la cabeza baja. Captó su aroma a jazmín que flota en el aire.

-Kim-young-murmuro lo suficientemente bajo para que solo ella me escuche.
Ella levanta la vista con una expresión sorprendida y, ¿está nerviosa?

Me inclino un poco más hacia ella, manteniendole la mirada.

-Si salimos de esta…-pauso un segundo, buscando las palabras adecuadas-me gustaría conocerte mejor.

El rubor sube a sus mejillas al instante, y su olor cambia, se intensifica, como jazmín floreciendo bajo la luna. Me hace sonreír sin pensarlo. Con suavidad, paso un brazo alrededor de sus hombros, atrayéndola hacia mí. Su pequeño cuerpo tiembla apenas contra el mío.

-Todo estará bien-susurro cerca de su oído-Prometo volver-Me separo despacio, dándole espacio, pero cuando doy un paso para irme, siento un tirón en mi muñeca.

Kim-young me sujeta la mano con delicadeza, su tacto cálido y tembloroso.

-Suerte…-dice en voz baja, sin mirarme directamente-
Y… vuelve bien-Me quedo en silencio un instante, observándola.

En medio de todo este infierno, es la primera vez en mucho tiempo que siento algo más que miedo o rabia.

Le aprieto la mano con suavidad y asiento.

-Lo haré.

"Tu bestia no es un arma, es un lazo", dijo mi madre. Pero entonces,
¿por qué la mía
me aprieta
tanto el cuello?

Min-su (125)

Estoy sentado en mi litera, jugando con mis propios dedos para mantener las manos ocupadas. La tensión es sofocante, casi como si el aire estuviera demasiado denso para respirar con normalidad.

¿Cómo van a enfrentarse a ellos?

Con armas

Ni siquiera saben cuántos son exactamente.

Podrías ir con ellos y comprobarlo.

Seguro que solo los entorpecería.

Entonces, una sombra se echa sobre mí y levanto la vista, encontrándome con Dae-ho.

-Bueno, ya nos vamos-dice con una risilla nerviosa. Lo miro por un segundo y suelto un pequeño resoplido.

-¿Y se supone que eso me tiene que
tranquilizar?-Dae-ho se encoge de hombros.

-Depende. Si piensas que soy invencible, sí.

-Oh, claro, el lobo de acero-respondo con sarcasmo-Casi te vi morir dos veces en el último juego.

-Eso fue estrategia. Quería que el otro confiara y bajara la guardia.

-Ajá, claro. Lo llamaré "el método Dae-ho de casi morir"-Dae-ho suelta una leve risa y me da un suave golpe en la cabeza con los nudillos.

-No te pongas demasiado cómodo, Min-su. Cuando esto acabe, tú y yo tenemos mucho que hablar.

Creo que está ligando con nosotros.

Sí, yo también.

-¿Eso es una amenaza?

-Sí-Y después estira su mano y me toca la nariz tres veces con la punta de su dedo.

Me quedo completamente quieto, parpadeando varias veces.

-¿Qué…? ¿Por qué has hecho eso?-Dae-ho sonríe.

-Una vez escuché al maestro decir que si tocas la nariz de un zorro tres veces, traerá buena fortuna-Abro la boca, pero no sé qué responderle.

-¿Me estás llamando amuleto de la suerte?

-Más vale que funcione.

Me guiña un ojo antes de girarse y caminar hacia los demás.

Mi madre siempre decía que el destino de un alfa no siempre es ser un líder.

Gi-Hun (456)

La voz robótica resuena en toda la instalación, como una amenaza camuflada de advertencia. "¡Jugadores, por favor! ¡Ya es hora de acostarse! ¡Vuelvan inmediatamente a sus camas! ¡Si no, lamentablemente, serán eliminados del juego!"

Seguimos avanzando.

¿Sabes que puede que mí decisión nos lleve a nuestro fin?

¿Crees que me asusta la batalla?
Te escogí para ser el último... y así será. No importa el camino que tomes, jamás te abandonare

-Voy a soñar con esta voz el resto de mi vida-murmura Jung-bae, intentando aliviar la tensión.

-Ya…-responde Dae-ho con una sonrisa amarga.

Subimos un par de escaleras más, y de repente, los balcones se llenan de guardias. El reflejo de sus armas brilla bajo la luz artificial.

-¡Al suelo!-grito.

El sonido de los disparos llena el aire como una tormenta eléctrica. El eco de las balas rebotando en las paredes hace que mis oídos zumban. 120 se mueve con precisión militar, agachada y avanzando entre las estructuras, disparando en ráfagas cortas para no desperdiciar munición.

Siento a In-ho moverse a mi lado, levantándose apenas lo suficiente para disparar con su MP5 hacia un guardia que intenta flanquearnos desde el otro extremo del pasillo. Escucho un grito ahogado, seguido del sonido de un cuerpo cayendo. Los minutos se alargan como una eternidad hasta que finalmente los disparos cesan.

-¡Alto el fuego!-miro a los demás con el pulso a mil-¿Estáis bien?-Todos asienten, aunque están jadeando. 

Miro a los balcones, aún atentos. Disparo a varias cámaras para evitar que nos sigan observando. El guardia que llevamos con nosotros no dice nada, y su silencio empieza a inquietarme.

-¿Cuánto tiempo queda para llegar?-le pregunto, girándolo bruscamente para que me mire. No quiero perder más tiempo.

-Llegando por ahí-señala una esquina al final del pasillo-está la entrada de administración. Encima está la sala de control.

-Muy bien.

-Espera.

-¿Qué haces?

-Necesitas una máscara para pasar-Lentamente, saca una máscara de su bolsillo. Justo cuando extiende la mano para dármela, su cabeza explota en un chorro de sangre.

¡Mierda!

No es el único. 072 cae al suelo con un agujero en el pecho antes de que siquiera pueda reaccionar.

-¡CUBRÍOS!-grito, lanzándome contra una pared.

Otro tiroteo se desata. Las balas vuelan a centímetros de mi cabeza mientras intento ubicar a los tiradores. 120 dispara con precisión aterradora, eliminando a dos guardias en cuestión de segundos. Jung-bae ha encontrado una nueva cobertura y está recargando con manos temblorosas.

-¿¡Bien!?-Le pregunto

-Mejor que de vacaciones-Me responde.

Me giro y veo a Dae-ho sacando el cargador vacío de su arma. Con movimientos temblorosos coloca uno nuevo y carga el fusil.

Me asomo por la esquina, disparando hacia un guardia que intenta moverse por un pasillo lateral. Mi MP5 se recalienta en mis manos, pero mantengo la presión.
Los gritos de los guardias resuenan mientras caen, pero la lluvia de balas no cesa.

-¿Estás bien?-pregunta In-ho, acercándose a mi posición.

-Sí, tranquilo.

-Voy a buscar la entrada de administración-le digo, con la voz decidida. Jung-bae se mueve a mi lado.

-¿Estás seguro?-Asiento-¿Te acompaño?

-Jung-bae vendrá conmigo. Tú quédate aquí y haznos ganar tiempo.

Antes de que pueda alejarme, In-ho me sujeta la muñeca. Su agarre es fuerte, casi como si no quisiera dejarme ir.

-Ten cuidado-Lo miro a los ojos un segundo más de lo necesario.

-Sí. Tranquilo.

Que románticos. Se burla mi lobo.

Me suelta lentamente, y en cuanto lo hace, Jung-bae y yo nos lanzamos a la carrera.

Hyun-ju (120)

El sonido de los disparos resuena en mis oídos como una canción que conozco demasiado bien.

Mis músculos se mueven por pura memoria, mi cuerpo reacciona antes de que mi mente lo procese. Me agacho detrás de un murillo, recargo el arma en un movimiento fluido y disparo dos veces en dirección a un guardia que intenta cubrirse tras una columna.

Uno, dos.
Uno, dos.
Asegurar. Disparar. Cubrirse.

Mi tigre ruge dentro de mí, agazapado, listo para saltar. No dice nada al principio, pero lo siento, está ahí, observando.

Esto te trae recuerdos, ¿verdad?.Respiro hondo, sintiendo el sudor en la espalda y el olor a pólvora mezclado con el miedo en el aire.

Apuesto a que ahora mismo querrías haber elegido a otra persona.El tigre suelta un gruñido

Si yo tuviera que elegir una y otra vez, seguirías siendo tú.

Vas a hacer que me emocione.

Crees que si hubieras tomado otro camino, si hubieras sido otra persona, tu vida sería diferente. Pero yo no te elegí por el camino que tomaste, sino por la forma en la que siempre sigues adelante, aunque desees parar.

Aprieto los dientes y disparo otra vez.

Eso es más filosófico de lo que esperaba escuchar en medio de un tiroteo.

Los humanos creen que pueden cambiarlo todo con una decisión. Pero lo único que pueden hacer es seguir adelante con lo que han elegido.

Cubro a Gi-Hun y Jung-bae mientras corren hacia la administración. Dae-ho se mueve en mi visión periférica.

¿Y si yo no quiero seguir adelante con esto?. Digo con burla

Entonces muere aquí.

No eres el mejor motivador, para que lo sepas.

Sabes que nunca he querido serlo

Cambiamos de posición cuando un guardia aparece en lo alto de la pasarela, apuntando directamente a nosotros. Disparo primero.
El hombre cae sin siquiera saber qué ha pasado.

Lo sé.

Me muevo entre las sombras del pasillo, aprovechando la cobertura, disparando en intervalos controlados para ahorrar munición.

¿Si muero buscarás a otra persona?. pregunto, intentando ignorar el sudor frío que resbala por mi cuello.

Mi tigre deja escapar un gruñido grave, su voz ronca y profunda como el eco de un trueno en la lejanía.

No. Tú no moriras. Ya fallé una vez. No lo haré de nuevo.

Me sorprende la intensidad de su respuesta, la carga de algo antiguo y pesado en sus palabras.

¿A qué te refieres?

Antes de que nacieras, ya había estado con otro. Un rey. Un líder fuerte, valiente… pero no pude salvarlo. Cayó en batalla, rodeado por sus enemigos, y yo, no fui suficiente para cambiar su destino.

Mi respiración se entrecorta por un segundo. Su dolor se filtra en mi pecho, una sombra que nunca antes había sentido de su parte.

¿Por eso me escogiste a los 20?. Mi tigre suelta una especie de risa gutural, casi burlona

Te escogí a los 20 porque no quería vivir una adolescencia otra vez. Ruedo los ojos, esquivando un disparo y moviéndome detrás de una columna.

Así que, básicamente, no querías drama adolescente.

Exacto.

¿Y no crees que esto es peor?.le pregunto, disparando a un guardia que intenta flanquearnos.

No. Tú con 20 años ya eras más que aceptable.

¿Me esperaste?

.

¿Desde cuanto?

Desde tus 17.

Cyeong (246)

Cada paso que doy en este pasillo es un paso más hacia la posibilidad de volver a ver a mi hija. Su risa, su voz, sus pequeñas manos agarrando las mías mientras me pide que la lleve a casa… No sé si ella sigue esperando, si sigue luchando, si aún respira. No sé si saldré de aquí con vida, pero si hay una mínima posibilidad de que el dinero pueda pagar su tratamiento, de que podamos volver a casa juntos, voy a aferrarme a ella con todo lo que tengo.

A mi lado, siento la presencia de mi oso, imponente y fuerte, con esa calma solemne que siempre me ha acompañado.

Sigo sin entender por qué me elegiste a mí….susurro en mi mente mientras esquivo y me cubro detrás de una columna. Mi voz tiembla más de lo que me gustaría admitir-Después de tantos años, nunca he sido nadie.

El oso exhala profundamente, su voz profunda y grave como el eco en una caverna.

Porque incluso en los tiempos más oscuros, siempre hay una luz que se niega a apagarse. Y la tuya brilla lo suficiente para que yo la encontrara.

Cierro los ojos un instante, dejando que sus palabras se asienten en mi pecho. No sé si es cierto, no sé si aún tengo esa luz o si simplemente estoy sobreviviendo por instinto, como un animal atrapado en una jaula.

Podrías buscarte a otra persona cuando yo muriese.
Le digo, más como una constatación que como una pregunta.

El oso gruñe, bajo, profundo, una vibración que resuena en mi alma.

Si tú caes, yo me iré contigo promete, su voz cargada de una lealtad que no merezco.
Trago saliva con dificultad, sintiendo que mi corazón se aprieta.

Siempre me has dicho que eres un gran guerrero… que no querías morir por una tontería.

El oso se queda en silencio por unos segundos, como si considerara su respuesta con la misma paciencia que ha demostrado toda su vida.

Finalmente, su voz resuena en mi mente, grave y firme, como el eco de un trueno en la distancia.

No quiero morir por una tontería… pero tampoco quiero vivir sin propósito.

Sus palabras me golpean como un latigo en el pecho, y siento el peso de la verdad en ellas.

Durante años, he caminado junto a hombres que solo vivían por sobrevivir. Soldados sin causa. Guerreros sin alma. Mercenarios sin honor. Todos ellos murieron sin dejar nada atrás. Pero tú…

El oso hace una pausa, y por un momento, siento su calor envolviéndome, como un escudo invisible contra el frío del mundo.

Tú siempre te has aferrado a algo. Incluso cuando todo estaba en contra tuya. Incluso cuando dijiste que no eras nadie. Yo te vi. Yo te elegí.

044

Desde mi litera, observo la puerta por la que los demás han desaparecido. Es curioso cómo la ausencia de unas pocas almas puede hacer que un lugar se sienta vacío. Como si su partida hubiera drenado el calor del aire.

El silencio es espeso, interrumpido solo por la respiración contenida de aquellos que aún quedan aquí, esperando su destino.

-Se han ido hacia la boca del lobo...-murmuro en voz baja, mi aliento apenas un susurro en la penumbra.

No todos volverán. responde mi búho, su voz profunda y antigua, como si hubiera susurrado las mismas palabras desde el inicio de los tiempos.

Cierro los ojos por un momento. Puedo sentirlo en los huesos, en las corrientes invisibles que se entrelazan en este juego de muerte. El destino pesa sobre todos nosotros como una sombra interminable.

-He visto la muerte en mis sueños-susurro-Ella danza con los desesperados, con los que aún creen que tienen una oportunidad. Se mueve entre ellos, rozándolos con su manto, esperando su momento.

El búho agita las alas en mi mente.

La muerte no es cruel, solo es paciente.

Pero la paciencia de los dioses no es la misma que la de los hombres. contesto. Nosotros les tememos, les rogamos, les maldecimos cuando nos arrebatan lo que amamos. Las sombras de la sala parecen alargarse, el aroma del miedo se impregna en mi piel como una segunda piel.

La sangre aún no ha terminado de fluir-miro mis propias manos, como si en ellas ya pudiera ver el rojo de lo que está por venir-La muerte ha tomado asiento, pero aún no ha terminado su festín.

Mi búho, con su mirada dorada e insondable, inclina la cabeza en mi mente.

El destino ha sido escrito. Pero los necios aún creen que pueden escapar de él. Una sonrisa amarga curva mis labios.

-Tal vez yo también sea una necia-El búho me observa en silencio por unos instantes antes de responder:

Si lo fueras, no estarías aquí, esperando. Abro los ojos de nuevo y vuelvo a fijarme en la puerta.

No todos volverán.

No todos morirán.

Pero todos pagaremos un precio.

Kim Jun-hee (222)

Me quedo tumbada en la litera, con una mano sobre mi vientre. Mi pequeño sigue ahí, su latido aún se funde con el mío, pero no sé por cuánto tiempo más podré protegerlo.

Odio esto. Odio sentirme tan inútil. Pero no puedo pelear, no puedo arriesgarme, porque ya no soy solo yo.

Mi omega gruñe dentro de mi mente, una parte de mí quiere correr tras ellos, luchar a su lado. Pero el instinto es más fuerte. Quedarme atrás es lo único que puedo hacer para asegurar que al menos uno de nosotros sobreviva.

¿Y si no vuelven?

El miedo me oprime el pecho. Aprieto los dientes y me obligo a respirar.

Vas a salir de aquí. me repito. Por él. Por ti.

Myung-gi (333)

Odio quedarme aquí como un cobarde mientras otros arriesgan sus vidas. Jun-hee está cerca, sé que está preocupada. Pero no puedo hacer nada más que estar aquí. No soy un buen hombre, lo sé. Nunca lo fui.

¿Pero qué clase de hombre soy ahora?

No tengo respuestas. Solo queda esperar.

Yong-sik (007)

Mi madre me observa. No dice nada, pero su mirada me dice todo lo que necesito saber.

Tiene miedo.

Yo también.

No sé cómo vamos a salir de aquí, ni si los que han ido a pelear volverán. Pero he aprendido algo en esta vida: la muerte no siempre avisa. Solo llega.

Cierro los ojos e intento no pensar en ello.

Jan-geum (149)

He visto más de lo que quiero admitir. La muerte y la desesperación no me son ajenas.

Mi hijo está aquí, su aroma me mantiene firme. Pero no puedo protegerlo. No puedo proteger a nadie.

Rezo en silencio. No a los dioses de este juego, sino a los que nos observan desde arriba, si es que aún quedan algunos.

Déjalos volver. Déjanos vivir.

Thanos (230)

Estoy en las sombras, apoyado en la litera con los brazos cruzados.

No me gusta esto. No me gusta quedarme quieto mientras otros juegan a ser héroes.

Si alguien piensa que esto va a salir bien, es un iluso.

Pero ¿qué otra opción tenemos?

¿Luchar?

¿Qué oportunidades tenemos?

pocas con tantas personas cobardes.

Nam-gyu (124)

No me gusta cómo me mira Thanos. No me gusta la sensación en mi pecho.
No sé si es miedo o si es el puto instinto diciéndome que algo va a salir mal.

Quizás ambas.

No sé si quiero quedarme aquí o correr tras ellos.

Maldita sea.

Se-Mi (380)

Estoy sentada con los brazos apoyados en mis rodillas.

No estoy hecha para esperar.

Soy alfa, soy una cazadora. Pero ahora solo puedo quedarme aquí y rezar para que no vuelvan con más cadáveres de los nuestros.

Siempre puedes tomar otra decisión.

Min-su (125)

Me aferro a mis propias manos para dejar de temblar.

No quiero que se den cuenta de que estoy aterrado.

¿Y si no vuelven?

¿Y si nos quedamos atrapados aquí para siempre?

El aire se siente más pesado.

Cierro los ojos.

Respiro.

Y espero.

Kim-Young (095)

Estoy abrazada a mis propias piernas, escondida en una litera. El sonido del combate ya no se escucha, pero mi corazón sigue latiendo como si aún estuviera en medio de la pelea.

¿Estarán bien?

No quiero pensar en la posibilidad de que no regresen. No quiero imaginarme a Hyun-ju cayendo, a su cuerpo desplomándose en el suelo sin vida.

Mi omega está inquieto dentro de mí.

Deberías estar ahí con ella.

Lo sé. Lo sé. Pero no puedo.

Soy un desastre. Me paralicé en la batalla anterior, me escondí como un cobarde mientras los demás peleaban.

¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué sigo viva?

Respiro hondo, pero no sirve de nada.

Mi mente me recuerda su voz.

"Si salimos de aquí, me gustaría conocerte mejor."

Su olor, su abrazo, su calor…
No puedo perderla. No puedo permitir que muera.

Por favor, vuelve.

Veo a Dae-ho entrar rápidamente, su mirada recorriendo la sala hasta encontrar a los guardias caídos. No se detiene, se mueve con urgencia, buscando munición. Su voz corta la tensión que hay en el ambiente:

Necesitan balas…

No lo pienso demasiado. Salgo de la litera y corro hacia los cadáveres, ignorando el escalofrío que recorre mi espalda al verlos tan inmóviles, con la sangre aún fresca sobre sus uniformes.

Me arrodillo junto a uno de ellos y empiezo a sacar los cargadores de sus cinturones. La adrenalina me impide pensar demasiado en lo que estoy haciendo. Solo sigo el movimiento automático de mis manos, desabrochando las fundas, sacando las balas y echándolas en la chaqueta que Dae-ho ha abierto para almacenarlas.

A mi lado, 007 y 333 hacen lo mismo. Jun-hee, a pesar de su estado, recoge dos cargadores con manos temblorosas. Su expresión es dura, pero sus ojos delatan la misma desesperación que siento yo.

Miro hacia el otro lado de la habitación y veo a 230 y 124 con otro enfoque: están sacando las balas de los cargadores, vaciándolos rápidamente antes de colocarlas junto a las demás municiones.

-¿Todos listos?-pregunta 007, su voz tensa pero firme.

-Sí-responde 333, lanzando un último cargador en la chaqueta.

Dae-ho no pierde tiempo. Cierra la chaqueta con rapidez y sin decir más, se gira y corre de vuelta por donde vino.

Me quedo viendo la puerta por la que ha salido, con el corazón latiéndome fuerte en el pecho.

Que lleguen a tiempo.

Que sigan vivos.

Hyun-ju (120)

El walkie-talkie sigue en completo silencio.

-Dae-ho, responde.

Nada.

Cada segundo que pasa y no escucho su voz hace que la angustia crezca en mi pecho. Nuestras balas se están agotando y si no llega pronto con la munición, estaremos jodidos.

-Voy a buscarlo-anuncio, mirando a mis compañeros.

-¿Estás segura?-pregunta 246, sin dejar de disparar.

-No tenemos opción. Si algo le ha pasado, lo necesitamos saber. Cúbridme.

No espero más. En cuanto una ráfaga de disparos distrae a los guardias, me muevo. Me lanzo hacia el pasillo, agachada, corriendo tan rápido como puedo, esquivando restos de escombros y cuerpos caídos. Bajo las escaleras de dos en dos, sintiendo la tensión acumulada en mis músculos.

Dae-ho debería haber regresado hace rato.

Llego al pasillo que lleva a la sala de las literas cuando, de repente, una figura aparece delante de mí. Por reflejo, levanto el arma y apunto, lista para disparar.

-¡Aah!-Un pequeño grito de sorpresa me detiene.

Es 095.

Ella se cubre instintivamente, encogiéndose ante mi amenaza. Mi corazón da un vuelco y, antes de bajar el arma, le susurro:

-¡Joder, Kim-young!-Ella respira hondo, nerviosa, aún con las manos levantadas.

-Yo…lo siento-susurra. Bajo el arma, mi pulso aún acelerado.

-¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Dae-ho?-pregunto con urgencia.

-Él...sí llegó a por la munición, pero segundos después volvió a entrar. Estaba temblando, murmurando cosas. Se quedó en una esquina, sin responder.

Frunzo el ceño.

-¿Está herido?

-No lo sé-responde, mordiendo su labio inferior-Intenté que me diera los cargadores para llevarlos yo misma, pero no los soltaba. Al final, decidí venir a avisaros-Suelto un gruñido.

-¡Mierda!-exclamo antes de sujetar a 095 de la mano y tirar de ella con fuerza.

Sin perder tiempo, corremos hacia la sala de las literas. Nuestros pasos resuenan en los pasillos vacíos, solo acompañados por el eco de disparos a lo lejos. La adrenalina sigue bombeando en mis venas.

Al llegar, la puerta ya está abierta. Todos los que se quedaron están ahí, con los rostros tensos, la mirada fija en un punto de la habitación. 007 nos ve llegar y rápidamente nos señala una esquina.

-Está ahí. No ha dicho nada desde que volvió.

Me acerco con cautela.
Dae-ho está sentado en el suelo, apoyado contra la pared. Su respiración es irregular y su mirada está perdida en el vacío. Sus brazos están envueltos en varias chaquetas, abrazando la munición como si fuera su única ancla a la realidad.

Mierda.

No hace falta ser un experto para saber lo que está pasando. Conozco esos síntomas. He visto ese rostro muchas veces antes. Durante mis años como sargento, vi a soldados romperse así, aferrándose a lo que podían para no desmoronarse.

Trastorno por Estrés Postraumático.

Me arrodillo lentamente frente a él, sin hacer movimientos bruscos.

-Dae-ho-llamo su nombre con voz firme pero suave. No responde. Sus dedos están tan tensos alrededor de las chaquetas que sus nudillos se han puesto blancos-
Dae-ho-insisto, esta vez tocando su brazo con delicadeza.

Nada.

Él sigue ahí físicamente, pero su mente está en otro lugar. Me inclino un poco más cerca y bajo la voz.

-Estás aquí. Estás conmigo. Respira, compañero-Sus ojos se mueven apenas, centrándose un poco en mí, pero todavía no está del todo presente-Mírame-
ordeno, esta vez con más firmeza.

Su cuerpo tiembla. Sus labios se mueven, pero no sale ningún sonido.

-Necesito que respires conmigo, Dae-ho. No estás donde crees que estás. Estás aquí. Con nosotros.

Mi tigre ruge en mi interior, inquieto. Sabe que Dae-ho está atrapado en un recuerdo. No sé qué ha visto, qué ha vivido, pero si no lo sacamos de esto, podría quedarse completamente paralizado.

-Vamos, soldado, respira-le digo, usando el tono de mando que solía utilizar en el campo de batalla.

Esta vez, parpadea. Sus pupilas se enfocan un poco más.

-Eso es…vamos, joder, vuelve.

Siento cómo el aire en la habitación se vuelve más pesado. Todos están en silencio, esperando. 095 está a mi lado, mirándolo con preocupación.

Y entonces, después de un largo segundo, suelta una exhalación temblorosa.

-Hyun-ju…-murmura con voz rasposa.

Casi sonrío.

-Aquí estoy. No estás solo.

Dae-ho finalmente parpadea varias veces y suelta las chaquetas, dejando que la munición caiga al suelo. Su cuerpo sigue tenso, pero su mirada ha vuelto.

-Necesitamos esas balas-digo en voz baja. Él asiente lentamente. Su respiración aún es inestable, pero se mueve lo suficiente para permitirnos recogerlas.

-Voy a sacarte de aquí-le prometo, agarrando su hombro con fuerza. Porque eso es lo que hacen los compañeros de guerra. No dejamos a nadie atrás.

Gi-Hun

Mientras yo y Jung-bae nos acercamos a la sala de operaciones, la ausencia de Dae-ho se vuelve cada vez más preocupante. No aparece y necesitamos más balas.

No hay otra opción.

-Cúbreme-Le pido a Jung-bae mientras me lanzo a subir las escaleras en busca de cargadores en los bolsillos de los guardias caídos.

Uno. Dos. Tres.

Eso es lo que logro recoger antes de que una ráfaga de disparos me fuerce a moverme rápido. Intento bajar con cuidado, pero mi pie resbala en un charco de sangre y ruedo hasta el suelo, cayendo de espaldas en el último tramo.

Mierda.

Me escondo detrás de la pared contraria, jadeando un poco. No es la primera vez que me caigo de forma estúpida en medio de un momento serio.

-¿Estás bien?-pregunta Jung-bae.

-Sí, solo me ha rozado-Me sobo el brazo mientras le paso uno de los cargadores.

-Si mueres antes que yo, te juro que te mataré.

Sonrío sin poder evitarlo. Es una estupidez de frase, pero me da algo de consuelo en este infierno.

-No voy a morir antes que tú.

Justo cuando estoy recargando, In-ho aparece a mi lado.

-¡Gi-Hun! ¿Y la sala de control?

Le señalo la estructura arriba.

-Creo que está ahí, pero no podemos avanzar. ¿Puedes averiguar si hay otro modo de subir?-In-ho se queda pensativo unos segundos y luego asiente.

-Me fijé mientras venía. Hay una ruta trasera. Vosotros dos mantened a esos cabrones ocupados, nosotros intentaremos atacarlos por detrás.

-Vale-Antes de que se vaya, lo sujeto por el brazo un segundo y meto la mano en mi bolsillo.

-Espera.

Le entrego uno de los cargadores.

El último

-Toma. Lo necesitarás.

-¿Estás seguro?

Asiento.

-Dae-ho va a traer más cargadores.

In-ho me da una última mirada antes de desaparecer con los otros dos.

Pero empiezan a pasar los minutos.

Y el plan se va a la mierda.

Jung-bae y yo comenzamos a disparar contra los guardias para llamar su atención. La estrategia funciona... al principio. Pero después de unos segundos nadie cae.

Algo va mal.

Miro el walkie en mi mano y lo agarro con fuerza antes de presionar el botón.

-¿Habéis podido avanzar?
-La respuesta me hiela la sangre.

-Lo siento, se acabó…

Suena como si...les hubieran disparado. Como si los hubieran atrapado.

-¿Qué ha pasado?-pregunto con voz más alta de lo que debería. Sé la respuesta. Solo quiero confirmar que no han muerto.

Silencio.

Hasta que In-ho responde.

-Nos han cogido.

El aire se me congela en los pulmones. Y como si el destino se empeñara en jodernos más, otra voz en el walkie suena inmediatamente después.

-145, nos hemos quedado sin balas.

-Mierda.

Esto es un desastre.

Me giro hacia Jung-bae, quien me mira con el rostro tenso, comprendiendo al mismo tiempo que yo lo que esto significa.

No hay opción. No hay escapatoria.

Él es el primero en actuar.

-Nos rendimos.

Tira su arma al pasillo. Yo lo sigo, sintiendo que cada segundo se vuelve más denso, como si el aire mismo estuviera en nuestra contra.

Nos arrodillamos y ponemos las manos detrás de nuestras cabezas.

Nos han atrapado.

In-Ho (001)

Gi-Hun cree que puede cambiarlo todo. Cree que puede ponerle fin a esta miseria. Que puede traer justicia al terminar los juegos.

Pero la justicia no existe aquí.

No importa cuántas veces intente resistirse, al final los jugadores caerán uno por uno. La desesperación es la única constante.

Desde los primeros juegos, me fijé en él simplemente porque parecía tener un radar para los problemas. Siempre intentaba mantenerse positivo, como si eso fuera a cambiar algo.

Patético.

O eso pensé al principio.

Pero cuando dejó que
Oh Il-Nam se uniera a su grupo, sentí una chispa de interés.

Mi lobo me advirtió que no me encariñara con ningún jugador, que probablemente acabaría muerto. Pero una parte de mí...no podía dejar de mirarlo. Quizás no moriría tan pronto como creía.

Mientras me cambio de ropa, los recuerdos acuden a mi mente.

2015.

El año en que fui reclutado para participar en el Squid Game.

El año en que me convertí en el ganador.

El año en que dejé de ser solo un participante y me convertí en el Líder.

Después de mi victoria, Oh Il-Nam me ofreció algo más que dinero. Me ofreció poder.

Y yo lo acepté.

Superviso los juegos durante años. Observé jugadores como Gi-Hun luchar, sufrir y morir. Algunos me recordaban a mi antiguo yo. Otros no duraban ni un solo juego.

Pero él era diferente.

Era valiente, cabezón, difícil de hacer que se rinda y rompa.

Me gustaría acercarme a olerlo.

Sentía curiosidad por su aroma.

Mientras termino de abrocharme la camisa, los recuerdos se hunden aún más en el pasado.

Mi hermano.

Claro que lo echaba de menos...

Pero desde que me adoptaron y empece  a pasar tiempo con Jun-Ho, toda su visión del mundo cambió.

No era el mismo.

Desde pequeño me había enseñado que tenía que ser el primero, el mejor, el más rápido y fuerte. Nuestro apellido debía significar algo.
Por eso, desde mis 10 años, me entrenaron  en distintos estilos de combate. Me dieron educación privada en casa.

A los 12 años, sujeté mi primera arma.

Y a esa misma edad...conocí a mi lobo.

O más bien, estuvimos obligados a conocernos.

Desde hace años, décadas, siglos, los alfas han pasado de padres a hijos, para no perder un buen legado.

Para garantizar que el linaje sea fuerte.

Pero el destino es cruel.

Nadie esperaba que la desgracia cayera sobre nuestra familia.

Que fueran asesinados.

Yo nunca vi sus cuerpos.

Nunca quise verlos.

Y a mis 16 años...ya tenía una nueva familia.

Me miro en el espejo.

Los años han cambiado mi rostro.

Pero en mi reflejo... aún veo al niño que alguna vez fui. Exhalo lentamente y me termino de vestir. Mi lobo murmura en mi mente.

-Nunca entendí por qué te quedaste cuando pudiste irte-Le digo

-El destino me ató a ti-El lobo ríe suavemente-Créeme... si pudiera elegir...-Me mira con ojos rojos brillantes en mi reflejo-Te elegiría otra vez.

Entonces a la cabeza se me viene un lobo blanco. De ojos azules. Que parecía sacado de un cuento.

Al principio, solo era un jugador más. Otro número en una lista de desesperados. Otro pobre diablo que había apostado su vida por dinero. Lo observé como observaba a los demás. Frío, calculador. Sin importar cuánto luchara, tarde o temprano caería.

Pero no cayó.

No se rindio.

Y eso me molestó.

Porque no podía ignorarlo.

Porque cada vez que hablaba, cada vez que sonreía a pesar del infierno en el que estábamos, me encontraba mirandolo más de lo que debía.

Cada vez que se movía, su olor me llegaba, una mezcla extraña de rosas y brisa de invierno, fresca, pura, como si no perteneciera a este sitio.

Me irritaba.

Pero al mismo tiempo...

Me atrapaba.

Mi lobo me advirtió.

"No te encariñes."

"No lo mires de más."

"Si te acercas demasiado, será tu debilidad."

Pero ya es demasiado tarde.

Desde que llegamos a los juegos, cada segundo con él ha sido un problema. Porque lo quiero cerca.
Porque cuando habla, quiero escucharlo más.
Porque cuando sonríe, quiero ser la razón de esa sonrisa.
Porque cuando alguien lo toca, siento el impulso de arrancarle la garganta a esa persona.

Es estúpido.

Es peligroso.

Pero cuando se acerca, cuando nuestras rodillas se rozan, cuando su aroma me envuelve, mi mente se nubla y lo único que quiero es morder su cuello y marcarlo como mío.

Nunca había deseado algo así.

No de esta forma.

No con esta intensidad sofocante, casi obsesiva.

Cuando lo veo moverse con esa facilidad despreocupada, con ese aire de resistencia implacable, mi lobo gruñe dentro de mí.

Es nuestro.

No.

No puede serlo.

Pero el pensamiento no se va.

Y en lo más profundo de mi mente, lo sé.

Ya es mío.

Solo que aún no lo sabe.

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