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Círculo, Triángulo y Posesión

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Ser omega nunca fue fácil, y si alguna vez pensé que participar en esos juegos y ganar el dinero que prometían facilitaría mi vida, estaba completamente equivocado. Lo único que deseaba entonces era recuperar a mi hija, encontrar algo de estabilidad, quizá algo de paz. Pero ahora sé que no importa cuánto dinero tengas si tu alma está rota y tu conciencia no te deja dormir por las noches.

Pensé que ganar los juegos lo arreglaría todo, pero el dinero nunca podría borrar las cicatrices que llevo dentro ni la culpa que se ha arraigado profundamente en mi pecho.

La traición del viejo… todavía puedo sentirla como un puñal frío que me atraviesa cada vez que cierro los ojos. Él, el que parecía un amigo, un aliado, resultó ser el arquitecto de nuestro sufrimiento. Lo que vi, lo que viví, lo que se quedó grabado en mi mente… todo eso me cambió de formas que ni siquiera puedo describir.

Por eso no me monté en aquel avión. Por eso decidí quedarme y aceptar la ayuda de Jun-ho, el policía que había estado investigando estos juegos desde hacía tiempo. Él era un buen hombre, meticuloso y determinado, aunque a veces su moral rígida chocaba con mi desesperación. Juntos tratamos de encontrar al reclutador, a ese primer eslabón en la cadena que podría desmoronar la organización. Pero lo que nunca esperé fue que, en lugar de encontrarlos, ellos vinieran a buscarme a mí.

Aunque luego yo mismo fuese el que pidiera jugar.

Recuerdo perfectamente el momento en que me desperté. El aire pesado, el sonido de pasos apresurados y murmullos nerviosos alrededor. Abrí los ojos y, por un instante, pensé que todo era un mal sueño.

Pero no.

Reconocí el lugar al momento. El mismo dormitorio, las mismas literas metálicas apiladas, la misma sensación opresiva en el aire.

Miré a mi alrededor y vi caras nuevas, pero todo lo demás era igual. La misma ropa, ese uniforme verde con mi número bordado: 456. Las personas a mi alrededor parecían igual de confundidas. Algunos murmuraban preguntas, otros permanecían en silencio. Yo solo podía quedarme sentado, sintiendo el frío de la litera debajo de mí, preguntándome cuánto tiempo pasaría antes de que la sangre volviera a teñir este lugar.

Espero que Woo-seok esté bien, donde sea que esté. Espero que esté mejor que yo, porque ahora mismo, sentado aquí con el número 456 en el pecho, siento que el pasado ha vuelto a atraparme.

Solo que esta vez, sé que no estoy aquí por casualidad.

Esta vez, todo es personal.

Bajé de la litera con movimientos lentos, aún adormecido por la confusión de haber despertado en este sitio. Mi omega gruño. Venganza. Odio.  La escalera metálica crujió bajo mi peso mientras descendía, hasta que mis pies tocaron el  suelo. El aire estaba cargado de olores: alfas con sus feromonas, omegas con su dulzura característica, y algún que otro beta cuyo aroma apenas dejaba rastro. Pero entre todo ese caos olfativo, algo destacó.

Beta.

Una mujer, de pie en el centro de la habitación, llevaba el número 044 estampado en su uniforme. Era delgada, con facciones afiladas y una mirada intensa, casi hipnótica. Su cabello oscuro estaba recogido en una coleta baja, adornada con un lazo de múltiples colores que parecían vibrar con cada movimiento de su cabeza. Era un lazo tejido, hecho de tiras de tela en tonos vivos: rojo, azul, amarillo y verde, entrelazados como si contaran una historia que solo ella conocía.

Sus ojos me buscaron en cuanto puse un pie en el suelo. Había algo inquietante en su expresión. Se acercó a mí con pasos firmes, ignorando las miradas de los demás, hasta que quedó a poca distancia.

-456-dijo en un tono bajo pero claro, como si pronunciar mi número fuese parte de algún ritual.

Me detuve y la miré directamente. Había algo en ella que me repelía y me llamaba la atención al mismo tiempo.

-Percibo que estás atado a muchas cosas de las que no puedes desprenderte-Sus palabras flotaron en el aire, cargadas de una convicción que casi daba miedo-No puedes luchar contra ello. Es tu destino.

Que le den al destino, pensé, sintiendo una punzada de irritación. Pero ella no terminó ahí.

-Las almas de los muertos revolotean alrededor de tu cabeza-Se inclinó ligeramente hacia mí, como si pudiera ver algo que yo no podía-No estás aquí por voluntad propia. Esas almas te han traído.

Sus ojos brillaron con un destello extraño, y durante un segundo, sentí un escalofrío recorrerme. No sabía si era por sus palabras o por la forma en que me miraba, como si ya supiera cómo iba a terminar todo esto.

-Si salimos de aquí-añadió con una leve sonrisa, como si escapar fuera algo sencillo-te haré un ritual. Puedo limpiar tu mal karma.

La idea de que mi vida se redujera a algo tan simple como "mal karma" me provocó una amarga carcajada interna.

Loca. Gruño otra vez mi omega. Pero antes de que pudiera responder, ella dio un paso atrás, como si ya hubiera terminado lo que tenía que decir.

El lazo en su cabello se balanceó mientras se alejaba, los colores brillando bajo la luz artificial de la habitación. Y aunque quise ignorarla, sus palabras se quedaron grabadas en mi mente como una marca invisible.

Las almas de los muertos revolotean alrededor de tu cabeza.

Tal vez tenía razón.

Tal vez no estaba aquí por elección propia.

Pero una cosa era segura: no necesitaba a nadie para limpiar mi karma.

Si había algo que debía hacer, lo haría yo mismo, con mis propias manos.

Una alarma sono.

Aparecieron los guardias.

-Me gustaría daros una cálida bienvenida a todos. Los que estáis aquí participaréis en seis juegos diferentes durante seis días. Aquellos que ganen los seis juegos obtendrán como premio una gran suma de dinero.

-¡Perdona!-gritó una mujer con el número 120.

-Dijeron que solo tenía que jugar. Pero viendo cómo nos habéis traído, ¿esperáis que me lo crea?

-Nos disculpamos. Por favor, entended que tomamos esas medidas para mantener la confidencialidad del juego.
-Antes de que alguien pudiera procesar esa respuesta, otra jugadora levantó la voz, su tono lleno de incredulidad.

Las preguntas comenzaron a arremolinarse como un torbellino. Los jugadores, al principio tímidos y callados, ahora parecían estar llenos  de energía nerviosa.

-No revelamos las caras ni información de nuestro personal. Esto se hace por nuestra privacidad y para garantizar que los juegos se desarrollen de forma limpia.

No todos quedaron satisfechos con la explicación, pero antes de que las cosas se calmaran, una nueva voz resonó desde el grupo.

-¿Quién me ha puesto esta ropa?-protestó una chica de cabello largo, recogido en una cola alta. Poco después, un joven con el pelo morado
Se quejó también por sus zapatillas-No podéis darme unos como los que lleváis vosotros. Me gusta el rosa

-Lo sentimos, pero eso no es posible-respondió-Para jugar correctamente debéis llevar el uniforme.

-¿¡Y mi móvil!?-gritó otra voz masculina, el número 333 en su pecho-¿Por qué me habéis quitado el móvil y la cartera?-El guardia respondió con la misma calma inquebrantable:

-Todas vuestras pertenencias están en buenas manos. Os las devolveremos cuando el juego termine.

-Necesito mi móvil para comprobar mis criptomonedas. ¡Os haré responsables si pierdo dinero!-El líder, al parecer ya cansado de la insistencia, decidió intervenir.

Y la pantalla se encendido.

-Jugador 333, propietario de un canal de YouTube. Incitaste a invertir en una nueva criptomoneda y causaste que tus suscriptores perdieran 15.000 millones de wones. Cerraste el canal y desapareciste.

El líder comenzó a enumerar las deudas y crímenes de otros jugadores.

La verdad de por qué todos estábamos allí quedó expuesta como una herida abierta.

Yo sentí un mordisco en la boca del estómago, pero traté de calmarme. Sabía que, al menos, tenía un as bajo la manga: el chip que había escondido en mi diente.

-¿De cuánto dinero es el premio?-preguntó alguien, intentando desviar la atención.

-De 45.600 millones de wones.

Por supuesto, las miradas de muchos cambiaron de inmediato. Algunos se llenaron de avaricia, otros de esperanza. El silencio fue interrumpido por una mujer mayor, cuyo número 149 estaba claramente visible en su uniforme. Estaba regañando a un chico joven, de gafas y cabello rizado. No podía ver su número, pero su postura encorvada y su expresión culpable lo delataban como alguien que había cometido muchos errores.

En este lugar, todos teníamos nuestros pecados, y ninguno saldría indemne.

Miré alrededor, sintiendo una mezcla de desconfianza y resignación.

El juego había empezado y podía oler el la desesperación y la codicia flotando en el aire.

Y sabía que esos serían nuestros peores enemigos.


Firmar ese maldito papel de consentimiento me resultó tan surrealista como la primera vez que estuve aquí.

Mí Omega quería salir y atacar. Rencor, rencor y venganza.

La pluma temblaba ligeramente en mi mano, pero lo hice. Mientras los demás también firmaban, no pude evitar escuchar una discusión que se estaba gestando cerca de mí.

El chico de las criptomonedas, el 333, estaba siendo el blanco. Especialmente para el de pelo morado.

Era joven, pero su presencia era imponente. Tenía el cabello teñido en un tono morado que brillaba bajo las luces, y un aire desafiante que no pasaba desapercibido. Claramente era un Alfa. Por un momento, pensé que le iba a dar un puñetazo al chico, pero alguien lo detuvo.

El número 124, otro chaval más tranquilo, con su cuerpo paró el del otro. No sé si eran amigos, pero lo calmó lo suficiente como para evitar una pelea en ese momento.

-No te metas en líos ahora.
-Me quedé mirándolos un momento mientras terminaba de firmaba.

Cuando terminamos, nos llevaron por un pasillo. Todo igual: los ecos de los pasos, el aire, y esa maldita voz resonando por los altavoces.

"El primer juego está a punto de empezar. Ponte delante de la cámara y sonríe. Sigue las instrucciones del personal"

Era como un fantasma que me devolvía al pasado.

Mientras avanzábamos, no pude evitar observar mi entorno con más atención. El de pelo morado, cuyo nombre descubrí rápidamente porque alguien lo mencionó, se llamaba Thanos. Era un Alfa, y aparentemente un rapero conocido. Había un grupo de jugadores más jóvenes que lo miraban con una mezcla de admiración y nerviosismo. Seguidores suyos, sin duda.

La 120 también llamó mi atención. Había algo en su voz y en su manera de moverse que me hizo sospechar. Más tarde confirmé que era una chica trans. Una alfa. Su postura desafiante, incluso aquí, en medio del caos... Cosas de Alfas.

Cuando llegó mi turno, me puse delante de la cámara. No sonreí. El clic de la cámara fue como un disparo seco que me recordó en qué tipo de lugar estaba.

Subía las escaleras cuando escuché mi nombre, fuerte y claro, entre el bullicio de pasos y murmullos.

-¡Tío! ¡Madre mía! ¡Estabas vivo!-gritó una voz conocida.

Me detuve, girándome hacia el origen de la llamada, y ahí estaba: Jung-bae. Su expresión era una mezcla de alivio e incredulidad.

-¿Qué te ha pasado?-preguntó, acercándose rápidamente.
Fruncí el ceño, sin saber bien a qué se refería.

-¿A qué te refieres? ¿Qué te ha pasado a ti?-respondí, intentando desviar la atención.

-Hace tres años que no sé nada de ti-dijo, su tono ahora teñido de reproche- Oí que tu madre falleció. ¡Y me lo tuvo que decir mi mujer! ¿Tú crees que eso lo hace un amigo? ¿Por qué has estado pasando de mí? ¿Porque no te presté dinero?

Sentí un nudo en el estómago. Claro que no era por eso, pero no sabía cómo explicarlo, y menos aquí. Antes de que pudiera responder, un jugador detrás de nosotros levantó la voz.

-¡Seguid! ¡Que tenemos que avanzar!-Retomamos el paso, aunque no dejé de sentir la mirada de Jung-bae sobre mí.

-No es eso. Es… una larga historia-le dije, sin ganas de entrar en detalles.

-Viendo que estás aquí, está claro que no te ha ido bien -respondió, con una mezcla de sarcasmo y tristeza-Pero deberías haberme dicho lo de tu madre. Ella siempre fue buena conmigo.

No supe qué responder. Aspiré un momento disimuladamente el olor de mi amigo, vainilla, suave, muy suave, casi imperceptible. El era un beta.

-¿Por qué has venido aquí? -le pregunté, cambiando de tema rápidamente-¿Qué pasa con tu mujer?

-Nos divorciamos-dijo sin rodeos. Me detuve un momento, mirándolo con incredulidad.

-¿Os divorciasteis? ¿Y la niña?

-Con su madre-Sus palabras golpearon como un martillo.

-¿Por qué?-insistí-Creía que os estaba yendo bien-Lo empujé por la espalda, no con fuerza, pero lo suficiente como para mostrar mi frustración.

-¿La engañaste?-gruñí entre dientes.-Él soltó una amarga carcajada.

-Sí, ojalá. Este no es el lugar para hablar de ello. Cuando salgamos, vayamos a beber algo y te lo cuento.

Lo agarré del brazo, tirándolo hacia una esquina, lejos de los demás. Lo arrinconé contra la pared, mi mirada fija en la suya.

-Escúchame-dije, bajando la voz-A partir de ahora, quédate detrás de mí.
Jung-bae arqueó una ceja, divertido.

-Wo, que intenso te has vuelto-bromeó, como si todo esto no fuera lo suficientemente serio.

-Haz lo que te digo-le ordené.

-Vale, vale-respondió, levantando las manos en señal de rendición-¿Así? ¿Como si fuésemos a bailar una conga?-Antes de que pudiera responder, puso sus manos sobre mis hombros en un gesto burlón, imitando el inicio de una fila para bailar. Lo ignoré y seguí avanzando.

Llegamos al terreno del primer juego: luz verde, luz roja. El espacio abierto, con esa muñeca gigante al fondo, era exactamente como lo recordaba. Sentí que el aire, mientras las memorias de la última vez me golpeaban con fuerza.

Intenté mantener la calma, pero mi mente no dejaba de dar vueltas. Algo no encajaba, y decidí comprobarlo. Llevé una mano a mi boca, tanteando hasta que logré sacar el diente falso. Jung-bae me observaba, curioso, pero no dijo nada. Cuando lo examiné, el frío de la realidad me golpeó como un balde de agua helada.

El chip no estaba.

Lo miré fijamente, como si eso pudiera cambiar algo, pero era inútil.

El diente estaba vacío, y con él, mis esperanzas de contactar con Jun-ho.

Estoy jodido.

¡No te quedes quieto!. Me gritó mi omega.

Me moví rápidamente hacia el frente del grupo, abriéndome paso entre los murmullos y las miradas confundidas.

El miedo y la urgencia me quemaban por dentro, y no podía quedarme callado.

-¡Escuchadme!-grité con  fuerza, mi voz resonando por encima del murmullo general-¡Prestadme atención todos! ¡Escuchad bien lo que voy a deciros! ¡Esto no es un simple juego! -continué, señalando la muñeca gigante al final del terreno -¡Si os cogen moviéndoos, os matarán!

-¿Qué dices?-me gritó alguien desde el fondo.

-¿Estás mal de la cabeza?-añadió otra voz más cercana-¿Vamos a morir jugando a luz roja-luz verde? ¿En serio?

-¡Si os ven moveros, os matarán!-insistí-¡Os dispararán desde ahí arriba! -señale-¡En los ojos de esa muñeca hay un detector de movimiento!

-¿Pero qué mierda estás diciendo?-escupió otro-Seguro que quiere asustarnos, para quedarse él solito todo el premio. Sí, seguro que es eso. No vas a engañarnos, capullo.

Los murmullos comenzaron a extenderse como un fuego incontrolable.

Nadie quería creerme.

Nadie entendía lo que estaba a punto de pasar.

-¡Tenéis que creer lo que os digo!-grité de nuevo, pero mis palabras se perdían entre las acusaciones y las dudas.

Entonces, sin previo aviso, la muñeca gigante giró su cabeza lentamente hacia la meta. Su voz infantil y mecánica comenzó a cantar...

El silencio cayó sobre el grupo, pero no por mucho tiempo.

Nos volvimos tres veces segui. Yo les gritaba.

Recordándoles una y otra vez que no se movieran pasase lo que pasase.

Entonces, el primer disparo resonó, seco y contundente.

Todos se congelaron.

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La jugadora 196, cayó al suelo de forma antinatural.

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Por un momento, nadie entendió lo que había pasado.

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Un segundo disparo confirmó lo peor. La sangre comenzaba a manchar el terreno, y el caos estalló.

-¡Quedaos quietos!-grité, mi voz desesperada por encima del griterío-¡Si os movéis, os matarán! ¡Quietos!

Algunos me hicieron caso, paralizándose por completo. Otros, dominados por el pánico, comenzaron a correr hacia las salidas, solo para ser derribados uno por uno por los disparos de los francotiradores ocultos.

Era un puto infierno.

-Jung-bae! Quédate quieto ¡No te muevas, pase lo que pase!

El rugido de los disparos continuó mientras la muñeca volvía a girar su cabeza.

El terreno se llenó de cuerpos inmóviles, algunos vivos, otros muertos. Aproveché el silencio para dar un paso adelante.

-¡Escuchadme!-grité otra vez, volviéndome hacia el grupo que aún quedaba en pie-¡Si no os movéis, también moriréis! ¡Tenéis que llegar a la meta antes de que termine el tiempo!-Algunos todavía me miraban con miedo, pero sus miradas eran diferentes ahora. El horror de lo que estaba pasando comenzaba a calar en ellos-¡Cuando cante la muñeca, avanzad! ¡Y deteneos en cuanto pare! ¡No os pongáis nerviosos, no os mováis más de la cuenta! -ordené, mi voz ronca por el esfuerzo.

El juego continuó. Cada vez que la muñeca volvía a cantar, daba un paso adelante, tratando de mantenerme firme y mostrarles que había una manera de sobrevivir.

Miré a mi alrededor, observando cómo algunos jugadores comenzaban a entender el patrón, moviéndose con cuidado. Otros seguían paralizados por el miedo, sus cuerpos temblando visiblemente.

-¡Seguid avanzando!-grité, mi mirada fija en los que aún no habían hecho ni un movimiento-¡Si os quedáis ahí, moriréis!

No sé cómo, pero mis palabras lograron empujar a algunos hacia adelante. El miedo no era algo fácil de vencer, pero cuando el tiempo se agota, incluso el terror puede transformarse en una chispa de supervivencia.

Mi mente seguía dándole vueltas sobre el chip. Sin él, estamos realmente jodidos. Pero no podía permitirme pensar en eso ahora. Mi único objetivo era cruzar esa línea y asegurarme de que los que pudieran hacerlo también llegaran vivos.

-¡Que los más pequeños se escondan detrás de los más grandes!-grité, mi voz resonando con urgencia mientras intentaba que se organizaran-¡Seguid como si formarais una conga!

Moví mi mano detrás de mi espalda, asegurándome de que todos vieran cómo funcionaba. La muñeca solo detectaba el movimiento visible en su línea de visión. Si manteníamos la calma y avanzábamos como una fila compacta, tendríamos más posibilidades de sobrevivir.

-Tenemos que llegar a la meta!

Formamos una fila india improvisada, con los más altos al frente, creando una especie de escudo para los más pequeños. No era perfecto, pero era lo mejor que podíamos hacer en esa situación.

Olores...

Agrios.

Tristes.

Asustados.

Como la primera vez.

Los odio tanto...Mi omega fue una gran fuerza en los anteriores juegos. El tomo el control y se movió por mí hasta que yo volví a mí mismo.

Siempre fuimos así.

Yo la calma y el la tormenta.

El nunca se enamoró de Eun-ji mi, ex mujer. Pero yo si me enamore de ella. Y mi omega aprendiendo a aceptarla.

Y cuando me quedé embarazado de Ga-yeong...Sí pudo creer un poco más a la que era nuestra alfa. La que nunca me marcó.

Comenzamos a movernos.
Cada vez que la muñeca giraba la cabeza y cantaba “Luz verde, luz roja”, avanzábamos en sincronía. Era aterrador. Los disparos aún resonaban de vez en cuando, interrumpiendo el silencio. Cada vez que alguien caía, un escalofrío recorría la fila.

De repente, escuché un grito ahogado detrás de mí.

-¡¿Qué coño haces empujándome?!

Antes de que pudiera girarme para ver quién lo había dicho, otro disparo retumbó en el aire. Un jugador cayó cerca de nuestra fila, su cuerpo desplomándose como un muñeco de trapo. Nadie se movió. Era una muerte más, un recordatorio brutal de lo que pasaba si cometíamos un error.

-¡No os mováis!-repetí, asegurándome de que nadie rompiera la formación por el miedo o el pánico.

Cuando la muñeca volvió a girarse, todos avanzamos de nuevo. Podía escuchar los jadeos nerviosos de los jugadores detrás de mí, el crujir de los zapatos sobre la grava, y el tic-tac constante del reloj. Pero no podía permitirme distraerme.

La meta estaba más cerca con cada giro de la muñeca. Ahora solo tenía que asegurarme de que cruzáramos todos juntos. El tiempo corría, y no podíamos permitirnos parar.

Crucé la meta, jadeando, con el corazón latiéndome en las sienes. A mi alrededor, otros jugadores también lo lograron, tambaleándose entre el alivio y el horror.

Sin embargo, no todos habían llegado.

Al mirar hacia atrás, vi a un hombre, prácticamente arrastrándose por el suelo, sus manos temblorosas, su rostro cubierto de lágrimas y sudor.

Sus ojos se encontraron con los míos, suplicantes.

Mi instinto fue inmediato.

Sin pensarlo, me moví hacia él, ignorando las miradas de quienes ya estaban a salvo.

-¡Vamos!-le dije, inclinándome para sujetarlo por el brazo.

Pensaba más de lo que esperaba, y al levantarlo, perdimos el equilibrio. Mis piernas temblaban como si fueran de gelatina. Pero justo cuando pensé que íbamos a caer, alguien más intervino.

120 apareció de repente Sentí que su olor y el mío se entrelazaban por un instante.

Olor a miedo, desesperación, y una chispa de determinación que aún no había desaparecido.

Juntos, logramos cruzar la línea.

Pero justo cuando lo hicimos, un disparo resonó. Nos detuvimos en seco, como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Sentí cómo el cuerpo del hombre que habíamos ayudado se escurrió de entre nosotros. Su peso muerto se desplomó al suelo, dejando un charco de sangre que manchó mis zapatos.

Me quedé inmóvil, mirando el cadáver mientras mi mente se negaba a procesar lo que acababa de pasar.

Habíamos llegado, pero no habíamos llegado todos.

Finalmente, regresamos al dormitorio, con el silencio pesando como una lápida sobre todos nosotros. Los resultados fueron anunciados, y la voz mecánica del altavoz se sintió como un juicio final.

—91 eliminados.
—365 han pasado el juego.

Algunas personas comenzaron a llorar, rogando ser liberadas. Las súplicas llenaron el aire, mezcladas con el eco de los disparos aún frescos en nuestras cabezas.

Entonces sucedió lo que siempre sucede. Cuando el dinero comenzó a caer en la enorme hucha de cristal que colgaba sobre nosotros, el ambiente cambió.

9.100 millones de wones.

El sonido de los billetes acumulándose en la hucha atrajo las miradas de todos, incluso las de aquellos que hace un momento querían marcharse.

La codicia tiene una forma extraña de silenciar el miedo, y yo lo sabía mejor que nadie.

Los entiendo... Yo la primera vez hice lo mismo.

Me fui y luego volví. No porque quisiera el dinero, sino porque no tenía otra opción.

Ahora no tengo deudas.

Pero ellos sí.

Ellos están atrapados como lo estuve yo.

Entonces comenzaron las votaciones. Uno por uno, los jugadores pasaron al frente, enfrentándose a la simple pero devastadora decisión:

—O: Continuar.
—X: Terminar los juegos y marcharse.

Cada voto parecía dividirnos más. Algunos votaron por quedarse, sus ojos fijos en la hucha de dinero. Otros, con lágrimas en los ojos, votaron por irse, rogando recuperar la vida que habían dejado atrás.

Todo se redujo al último jugador: 001.

Un Alfa… se notaba de lejos. Incluso entre los demás, su presencia era difícil de ignorar. Su postura recta, su andar, y la intensidad en sus ojos decían más de lo que cualquier palabra podría transmitir.

Caminó hacia la máquina de votación.

Cada jugador contenía el aliento, esperando a que tomara una decisión. La tensión en el aire era tan espesa que podía cortarse con un cuchillo.

No conocía a este hombre, pero había algo en su mirada, en la manera en que se movía, que me resultaba extraño. No era como los demás. No parecía tener miedo, ni siquiera dudas. Su aura era… impenetrable.

Bueno o quizás era yo...que quiero verlo como el hero que le dará a la X

Todos esperábamos que hiciera lo que otros habían hecho: presionar la X y detener los juegos. Era lo lógico, lo humano. Pero cuando levantó la mano, sus dedos tocaron sobre el círculo sin titubear.

La sala se llenó de murmullos, pero él no reaccionó. Simplemente giró sobre sus talones, con una calma inquietante, y volvió a su lugar entre los demás jugadores.

Los juegos continuarían.

—Sé que este capítulo ha sido más introductorio que otra cosa.... Pero en fin hay que ser feliz con lo que uno tiene.

—Seguramente cambie algunas cosas.

🙆🏻(Seguramente todo)

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